Ballena azul: el lado oscuro de la red

Lo escuché en la radio, mientras conducía. Al día siguiente, un lector me envió unos enlaces de prensa sobre un macabro juego llamado “ballena azul”. Se trata de captar a adolescentes a través de internet para que superen cincuenta desafíos, el último de los cuales acaba en el suicidio. Como no se trata de un juego, sino de un grave atentado, renuncio a describir algunas modalidades de la última prueba que acaba con la muerte. En las pruebas anteriores hay que hacerse cortes en partes del cuerpo, tal como aparecen en la imagen que acompaña el post.


Todas las etapas de la vida tienen sus cosas buenas y sus dificultades. La adolescencia es una etapa de búsqueda, en la que quizás se soporta peor que en otras la soledad o la incomprensión, y en la que la preocupación por el futuro puede convertirse en miedo. Por eso, es fácil engañar a los jóvenes a base de proponerles juegos peligrosos o de ofrecerles promesas falsas. A mi me llaman la atención las personas adultas que, cuando aparecen en algún concurso o programa de televisión, y se presentan a sí mismas, su mejor curriculum consiste en ser fanático de un equipo de futbol o de algún cantante, y de seguirle “hasta la muerte”.


Hasta la muerte no hay que seguir a nadie. Ni siquiera a Jesús de Nazaret. A Jesús hay que seguirle hasta la vida. Hecho este paréntesis, si los adultos, a veces, lo mejor que tenemos para lucir son nuestros fanatismos, nuestras rarezas, un cuerpo lleno de tatuajes o convicciones sin lógica alguna, ¿cómo extrañarnos de que los adolescentes vayan a veces perdidos en esta sociedad que no les ofrece sentido, ni futuro, ni presente?


La respuesta ante una persona perdida o desesperada, joven o mayor, es ofrecerle amor, cariño, comprensión, y decirle palabras de esperanza y de verdad. Y a partir de esta base que humaniza y ayuda a vivir, presentarle a Jesús de Nazaret, “camino, verdad y vida”, sentido para el presente y esperanza para el futuro. Es necesario que los cristianos dejemos claro, con nuestra palabra, nuestra enseñanza y nuestra vida, que el Evangelio es lo que más contribuye al bien de las personas.


¿Qué tendrá el peligro que tanto atrae a algunas personas? ¿Qué extraña fe es esa que se deja guiar por guías que conducen a la muerte? ¿Cómo es que hay quien va en busca de echadores de cartas, adivinos, o visionarios religiosos? ¿Cómo es posible que haya misas satánicas o adoradores de Satanás? La religión también puede fanatizar. Hay formas perversas o diabólicas de religión. Pero si es auténtica, la religión conduce a la vida, a la maduración, a la humanización. Ese es el desafío, ese es el “juego” que los cristianos debemos ofrecer. Y a propósito de juegos. Ahora que el Papa ha canonizado en Fátima a dos niños, no estaría mal decir alto y claro que con los niños no se juega.

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