La fe como apertura a Dios

Cuando se habla de fe es posible entender muchas cosas. Hay una fe humana, la confianza que depositamos en las personas. Y hay una fe religiosa, la confianza que depositamos en Dios. En ambos casos, la fe es una apertura al otro. Y, en la mayoría de los casos una apertura mutua. Porque fiarse de otro suele presuponer que el otro se fía de ti. Desde este punto de vista, la fe en Dios va mucho más allá de un mero creer una serie de verdades, dogmas o proposiciones. La fe en Dios es, ante todo, una relación personal. Hay fe cuando me implico, cuando me comprometo existencialmente con el otro, cuando soy capaz de ponerme en las manos del otro, porque estoy convencido de que no me fallará. Y no me fallará porque me ama. Porque también él está comprometido conmigo y también se pone en mis manos. La fe es una mutua dependencia. Pero no una dependencia que esclaviza, sino una dependencia que exalta, porque brota del amor.

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