La muerte corporal, camino de vida

¿La muerte es lo que parece o es lo desconocido? A la luz de la fe, la muerte podría ser considerada no sólo un momento doloroso, sino que podría ser también motivo de esperanza

La investigación científica, la reflexión y la búsqueda humana, es un esfuerzo por conocer lo que es, lo que hay, la verdad, la realidad. A veces, lo que hay, la verdad, está velada por las apariencias. De ahí que los buscadores de la verdad en muchas ocasiones se plantean la pregunta de si “lo que aparece” es exactamente “lo que es”. Desde posiciones filosóficas se ha planteado la pregunta de si la muerte es lo que parece o es lo desconocido. La teología tiene una respuesta que, sin negar lo que aparece con la muerte, afirma que podría ser un camino para el encuentro definitivo con Dios. Desde esta perspectiva, la muerte podría ser considerada no sólo un momento doloroso, sino que podría ser también motivo de esperanza. Visto así, la muerte podría ser un deseo, tanto más fuerte cuanto más unida está la persona a Dios.

A la luz de lo dicho, se podría comprender la necesidad de morir que tiene todo ser humano, no sólo por razones biológicas, sino por razones que podemos calificar de teológicas. La muerte es algo natural, es la consecuencia del nacer y del vivir. Mejor dicho, del vivir limitadamente, como es todo vivir en este mundo. La muerte es consecuencia de la finitud y de la caducidad a la que está sometido todo lo creado, todo lo que no es Dios. De haber inmortalidad o victoria sobre la muerte, sólo es posible por participación en la vida de Dios. Ahora bien, a la luz de la fe cristiana, esto tan humanamente natural podría ser también un camino para el encuentro definitivo con Dios. Un camino para el cielo.

Si la vida eterna, si el cielo, si el vivir con Dios plenamente implica “dejar”, “salir” de este mundo, de este universo, de este tiempo, me parece evidente que no se sale de este mundo con un avión ni sobre una nube. El único modo de salir de este mundo es dejándolo, o sea, muriendo. Por tanto, la muerte es el único camino posible para entrar en el cielo.

Pero si estamos convencidos de que la muerte es el camino para el cielo, entonces no muere (ni vive) de la misma manera el que se lo cree o el que no se lo cree. Y entre los que se lo creen, no mueren (ni viven) de la misma manera los que más aman a Dios. Para los que aman a Dios, la muerte, lejos de ser una tragedia, puede ser hasta un intenso deseo, en línea con lo que dice San Pablo: quiero morirme, y estar con Cristo, porque morir es, con mucho, lo mejor. Sin pecado, unidos totalmente a Dios, convencidos sin ninguna fisura de su amor, la muerte se “vive” de otra manera, no sólo con tristeza, sino también con esperanza y paz, y hasta con alegría.

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