El virus maligno de las religiones

Las religiones han sacado lo mejor de muchas personas. Desgraciadamente también han producido fanáticos. Las noticias que frecuentemente nos llegan sobre ataques a edificios de culto, en los que se rezaba pacíficamente, por parte de grupos que también apelan a Dios, son una buena muestra de ello. Sin llegar a tales extremos, en boca o pluma de algunas personas aparecen, en ocasiones y a propósito de temas religiosos, descalificaciones personales y hasta enfrentamientos verbales poco ejemplares. ¿Cómo se puede llegar ahí en nombre de la religión? ¿No se descalifica a sí misma toda convicción religiosa defendida violentamente? En este sentido, el ecumenismo, que tanto molesta a algunos descalificadores, señala el camino válido para defender la propia religión, a saber, el diálogo que no busca imponer nada y trata de comprender mucho. Porque una religión que no crea puentes de encuentro con toda persona, ya que ellas son la mejor imagen de Dios, se aleja de lo divino en nombre de una falsa concepción de la divinidad.

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