Dar buena imagen

Actualmente existe, yo diría, casi una obsesión por dar una buena imagen. Pero esta se ciñe en el tener y no en el ser. Aparentar es algo que martillea mucha gente y que deja a no pocos sin dormir tranquilos.

Parecer más potentado que el vecino a costa de tener un coche mejor, una segunda residencia y si es posible una en el mar y otra en la montaña, ir de vacaciones a lugares exóticos, comer en los mejores restaurantes. Llevar ropa de marca y no se cuantas cosas más y todo a costa de muchas renuncias. La familia es la que paga casi siempre las consecuencias porque este tren de vida conlleva un desgaste psicológico. No se soportan bien ni los pequeños problemas cotidianos y menos si surgen de grandes.

Y ahora que los tiempos son críticos para muchos,¿qué les ocurre a estos pobres? Se ven abocados a un montón de gastos a los cuales les es difícil hacer frente, se ven obligados a renunciar a muchas cosas, a ceñirse en el mejor de los casos a sus posibilidades. Si esto hiciera entrar en razón de que el aparentar es absurdo, a descubrir los auténticos valores de la vida, sería un gran descubrimiento y el modo de encontrar lo que vale la pena.

Recuerdo que hubo una crisis bastante fuerte cuando vivía en un barrio periférico de la ciudad de Barcelona. Mucha gente se encontró que ya no tenían horas extras en las fábricas. Las familias tuvieron grandes apuros para hacer frente a las necesidades básicas de sus hogares. Era un serio problema al que en muchos casos nos veíamos muy apurados para ayudarles a salir del atolladero. Pero para evitar que muchos se pasaran horas sin saber que hacer tumbando por el barrio o acabando en el bar, se nos ocurrió montar una escuela de adultos. Había muchas personas que no sabían ni tan solo leer. Les costó un tanto venir a las clases. Los más heroicos fueron los que se apuntaron primero, luego otros se animaron y hubo un grupito de unos quince que fue fiel y aprendió a leer, a no tener que firmar con el dedo. Era para ellos un esfuerzo titánico para su edad. Algunos avanzaron bastante y aprendieron las cuatro reglas, podían enseñar a leer a sus hijos y llegaron a saber escribir una carta. Esto les dio seguridad en sí mismos. Para éstos la crisis fue un descubrir otras posibilidades impensables en su dura vida que ni habían tenido la suerte de pisar una escuela en su niñez.

¿Y si hoy buscamos nuevas posibilidades, nuevos valores?Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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