A veces tengo un poco de miedo
cuando no sé reconocer la presencia de Dios en mi vida, cuando no soy capaz de apreciar todo lo bueno y positivo,
todos los dones y regalos que he recibido de Dios. Sobre todo cuando la persona es consciente de que su vida está tocada por Aquel que ama hasta el infinito. Por eso, mi vida ha de estar marcada por la gratuidad, por la disponibilidad... porque, como dice San Pablo,
“... es Cristo que vive en mí...”. Comparto una oración que en ocasiones me ha ayudado, y que me habla de la gratuidad, de no esperar nada a cambio, tan sólo el amor. Ojalá sepamos cuidar nuestra relación con Dios, porque
sólo Él puede llenar nuestro corazón de los más bellos sentimientos.No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Texto: Hna. Conchi García.