Hablar demasiado

Y como todo en esta vida, contamos con un aspecto que, a su vez, puede ser negativo, dependiendo cómo lo vivamos. La comunicación te lleva a la relación pero puede ser arma de doble filo, ya que también puede destruir.
Una relación entre personas nace y crece porque existe una comunicación, por ambas partes por supuesto, y esto significa expresarme y dejar que se exprese, comunicar y escuchar. Cuando percibimos que el otro se interesa por nuestros problemas, nuestras alegrías, nuestros nuevos proyectos y fracasos... recibes una fuerza capaz de superar todo o al menos afrontarlo.
Hablar demasiado es cerrar nuestras posibilidades, es encontrarnos con nosotros y con nadie más, es creer conocernos mejor que nadie cuando en realidad estamos viviendo en una nebulosa. Pero... ¿es esto lo que quiero y busco? sin responder a mi propia pregunta comparto que en el mundo no estamos solos, es más, si caminamos solos no avanzamos, para dar un paso necesito hacerlo junto a alguien, de esta forma nos podremos dar la mano cuando estemos cansados.
Dios nos llama a un encuentro diferente, a romper típicos y tópicos, a vivir una amistad verdadera en la que nosotros seamos los protagonistas.
Sentarme en la capilla, delante del Santísimo... ponerme en presencia de Dios... no es simplemente abrir mis labios y hablarle de mí, contarle todo lo que vivo cada día sin más, sino que mi oración delante de Dios, mi relación con Él es eso y mucho más. Sólo cuando llegue a abrirme y sea capaz de escuchar con actitud sencilla, lograré esa comunicación consiguiendo así que mi relación con Dios crezca. Texto: Hna. Conchi García.Foto: Sor Gemma Morató.