Hacer memoria de la bondad misericordiosa de Dios

Inmaculada
Cuando María, la madre de Jesús, corre hacia la casa de su prima Elisabeth, al encontrarse las dos primas, María canta un himno que hace memoria de la bondad misericordiosa de Dios Padre hacia su pueblo. Dios se acordó en tiempos pretéritos de la esclavitud de su pueblo, el pueblo que él se escogió como propiedad. No por ser poderoso sino por esclavo. Dios no quiere al hombre sometido sino al hombre libre. Este gran don que el Creador, regaló a nuestro padre Adán. Libertad que hay que saber gestionar con justicia para no encontrarse con sorpresas indeseadas.

Y es justo saber reconocer todo lo que Dios nos da en cada momento de nuestra vida, aún aquello que en un primer momento no nos parece tan bueno, en los que tenemos baja la moral, pero que al mirar con cierta distancia reconocemos que fue un bien. Para el cristiano es esencial saber dar gracias, es lo que dice el refrán: "es de buen nacido ser agradecido". Esto nos lo repite el Papa Francisco a saciedad.

En la Virgen, Madre de Dios y nuestra, tenemos un modelo. No se atribuye ningún merito: “Ha mirado la humildad de su sierva”, exclama. En el inicio del Adviento la Iglesia nos presenta un modelo no sólo para admirar sino para imitar. De la mano de María, que supo guardar en su corazón la Palabra que se encarnó en su seno, recorramos el camino que nos conducirá al portal de Belén, donde junto a ella, San José y los pastores adoraremos al Emmanuel, a este Dios encarnado por amor a la humanidad. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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