Interceder

Cuantas veces en la vida hemos acudido a la Virgen María y a los santos para que intercedieran en favor nuestro. Es como un grito que nos sale del corazón pidiendo auxilio ante alguna preocupación. Y cuantas veces hemos dado gracias al Señor porque por medio de su Madre Santísima o de los santos, los amigos de Dios, se han cumplido nuestras expectativas.

Pero nunca había caído en pensar que también nosotros debemos ser intercesores de quienes acuden a nosotros para que les solucionemos algún problemilla que tienen entre manos, y buscan quien les puede echar una mano para salir de su atolladero.

En estos momentos el Señor quiere servirse de nosotros para ser el buen lazarillo de nuestro hermano. Nosotros en muchas ocasiones no podemos solucionar el problema pero conocemos quien les puede ayudar o buscamos quien se lo puede solucionar. Algunas veces esto requiere esfuerzo, dar muchos pasos, recibir algunos chascos pero al fin damos con la persona requerida. Es una bella misión. Cuando la hayamos llevado a cabo podremos decir aquello de que “hace más feliz dar que recibir” y guardaremos en el fondo de nuestro corazón una gran gratitud por aquellos que han ayudado a solucionar los problemas de los demás.

Gracias Señor por la posibilidad que me has dado de poder intervenir a favor de mis hermanos necesitados; gracias Señor por la generosidad de hombres y mujeres que están dispuestos a socorrer a los desfavorecidos de este mundo. Pienso especialmente a los que han hecho posible que en un pueblo del sur de la India se hayan podido construir cien casas para toda esta población que se vio afectada por el tsunami del suroeste asiático. Por todos aquellos que han ayudado con sus aportaciones al Hospital de San Rafael de Bagdad y por todos los que han luchado para que esto fuera posible. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba