Lazos

Hay un día a día que nos envuelve en nuestras vidas y es ahí donde a veces creo que no se observa o no se valora lo más importante y valioso, pero es aquello que en lo más profundo de ti amas... y es camino, verdad y vida, porque ahí están siempre las personas que mas quieres y están muy cerca de ti, a tu lado, caminando.

Y llega el día en que físicamente no las tendrás cada día, es ahí donde me encuentro ahora. Hace años que he estado en una comunidad y ahora llega un cambio a otra, es cierto que eso forma parte de nuestra vida religiosa; pero también es bonito que cueste, me decía una hermana. Pero, ¡qué difícil expresar lo que siento!

Se entremezcla la alegría por una nueva etapa, una nueva comunidad, un nuevo caminar en el proyecto que el Señor sigue poniendo en mi vida y a la vez lo que supone dejar una comunidad muy querida, que ha sido apoyo y en la que se han creado lazos, de esos que te inundan el corazón porque he vivido mucho de bueno y he recibido mucho más.

En el horizonte veo una respuesta a lo que en Congregación se me pide realizar desde mi Sí al Señor, en la cercanía hay un corazón tocado por amor y doy gracias por ello. Tengo la enorme alegría de palpar en mi vida el camino que el Señor con su gracia va realizando en mí, en mis hermanas, en cada persona que se deja guiar por Él.

El trabajo de hacer maletas, de verte con tantos papeles, de algún regalo que has recibido con mucha alegría y aquello que sabes que guardarás con mucho cariño, todo eso no es nada cuando te ves superada por esos lazos que te están tocando el corazón y sabes que la mejor maleta es la que llevo en mí para siempre, con todo lo recibido, con el querernos, con tantas gracias recibidas que el Señor me ha permitido vivir y compartir estos años en mi comunidad, ante eso, sobran palabras y solo puedo tragar saliva, secar lágrimas, respirar hondo, decir ¡Gracias! y seguir queriendo hacer vida esta oración (la tengo desde el tiempo de mi noviciado y ahora se me hace muy presente):

“Oh Jesús que eres todo amor, enséñanos a amar como tu amas. Que nuestra amistad o nuestro afecto por los demás no estén “fundados en la semejanza de carácter o en beneficios recibidos” – como decía Marie Poussepin- sino que todos aquellos o aquellas que nos ven vivir puedan decir: “Las Hermanas de la Presentación, mirad cómo se aman, ellas no forman sino un solo corazón y una sola alma”. (Mère Josepha –generalato 1888-1921)


Que el Señor nos conceda su gracia para hacer crecer la raíz más importante de nuestras vidas, la del Amor y sepamos ser portadores alegres de cuanto el Señor realiza en cada uno y a través de las personas con las que compartimos realmente lo que somos, ya sea en familia o en comunidad. Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
Volver arriba