Saber distinguir

Distinguir
Desde pequeños los mayores enseñan a los niños a distinguir, les enseñamos para que aprecien sabores, salados, dulces o ácidos, las cosas agradables y las que no lo son, les enseñamos el nombre de los colores, las cosas que pueden hacerles un bien o convertirse en un mal para ellos mismos y nos gusta ver sus logros aprendiendo las diferencias entre todo cuanto les rodea.

A pesar de ello, habrá personas que nunca conseguirán distinguir con claridad aquello que para los demás es tan fácil, y en su vida se irán mezclando quizás colores y formas sin acabar de ver las diferencias.

Saber distinguir es saber reconocer el valor de cada cosa, es tener la vista, la percepción clara para darse cuenta con precisión de cada situación, de cada elemento que compone la vida y darle el valor correspondiente, aquello que debemos defender y aquello que no merece ser tratado como importante.

La visión poco clara, el ánimo confuso, puede hacernos confundir todo lo creado con el Creador, puede llevarnos a adorar falsos dioses, ídolos que nos creamos nosotros mismos, a los que concedemos la categoría divina cuando en realidad no se trata ni de una verdadera imagen de Dios.

Es a Dios sólo a quien debemos adorar, es en Dios en quien sólo debemos confiar, es con Dios con quien sólo debemos plenamente confiar. Así sabemos de verdad distinguir entre Dios y lo creado. Texto: Hna. Carmen Solé.
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