Siervo inútil

La parábola de los talentos en San Mateo (25, 14 ss.) o de las minas en San Lucas,(19,12 ss.) siempre me ha llamado la atención. La misión de los cristianos es hacer fructificar los dones que Dios ha puesto entre nuestras manos para desarrollarlos en favor de los demás. Nadie puede decir que no ha recibido ningún don de la liberalidad del Señor. No todos tenemos las mismas cualidades ni el número de éstas es el mismo para todos. Lo importante es saber desarrollarlas y saberlas poner a disposición de la comunidad. No estamos en este mundo sólo para recibir sino también para dar según nuestras capacidades. Ni estamos para hacer todos lo mismo, apañados estaríamos.

Todos somos interdependientes, todos necesitamos de los demás y los demás nos necesitan. Lo que no se puede aceptar en nuestra vida ni en la los demás, es querer vivir "chupando del bote". Los otros que hagan y yo como el siervo de la parábola meto el talento recibido en un hoyo, y a dormir, a ir tirando, en hacer como si, siendo que es como no. Tengo la vida asegurada porque en la comunidad, los otros ya se esmeran en hacer producir los talentos recibidos.

Vendrá un día en que nos van a pedir cuentas de lo que hemos recibido y de cómo lo hemos gestionado y entonces no valdrán las excusas. Esto puede ocurrirnos no sólo al fin de nuestros días sino que nos puede llegar por el cualquier circunstancia de nuestra vida: ¿Qué has hecho con lo que has recibido de la comunidad, ha producido, lo has hecho crecer en tu vida espiritual y humana, o lo has ido enterrando en el hoyo del olvido, de la pereza, de la desidia, del desagradecimiento por aquellos que intentaban ayudarte a crecer alegando que era gente dura, exigente que quiere cosechar donde no sembró, y resulta que sembró con esmero con el deseo de que este siervo creciera en la verdad, en la rectitud, en la honradez, que aprendiera a ser responsable de sus actos? ¿Qué ocurrirá entonces? Que lo echarán fuera y tendrá que oír las duras palabras: “Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no he sembrado y recojo donde no esparcí… echadle fuera”.

Sí, quizás cuando esté fuera en las tinieblas recapacitará y se dará cuenta de que aquello que le exigían era para su bien. Y si esto le ocurre a nivel humano tiene suerte porque todavía tiene una oportunidad de volver a empezar; pero si es en el juicio de Dios al fin de sus días ya no habrá solución se quedará fuera para siempre, se le acabó el tiempo. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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