Vivir la esperanza

Esperamos sin vacilación a que transcurra el tiempo necesario para ver realizadas nuestras aspiraciones, para ver concretado aquello que deseamos, desde las cosas más mínimas a las más importantes. Esperamos en un día lluvioso y tristón, por ejemplo, que salga de nuevo el sol, no sólo el sol que nos calienta y alumbra a todos, sino el sol que ilumina nuestro hacer, el sol que cada uno llevamos en nuestro interior y que a veces se nubla y vuelve pesados e insípidos nuestros actos de cada día.
Esperamos y trabajamos para ver cumplidas nuestras expectativas materiales y también las espirituales. Nos movemos en el ámbito de la esperanza, porque son escasas las situaciones o los elementos que llenan nuestro hoy y que posean una categoría definitiva o total. Esperamos siempre algo mejor para nosotros mismos y para aquellos que están a nuestro lado, esperamos que la vida entera alcance su sentido pleno para todos y en todos.
La Cuaresma, tiempo de conversión, es también tiempo de esperanza, porque deseamos ver borrado el mal que nos acompaña, que nos aparta de Dios y de su deseo de amor y salvación. La esperanza de conseguir aquello que no vemos pero deseamos, mantiene nuestro ánimo en el camino de la conversión personal, no deja de empujarnos en el intento cada vez más de acuerdo con la Palabra de Dios y en el deseo de ayudar a lo demás. Texto: Hna. Carmen Solé.