No caminar solos

Manifestar lo que sentimos no es fácil, y más aún cuando es algo que nos atañe más de cerca, puede que incluso no guste. Creo que si fuésemos conscientes del bien que puede hacernos el abrirnos y compartir nuestros logros y fracasos, nuestras alegría y penas, ¿por qué no?, lo practicaríamos muchísimo más.

No pretendo hablar de grandes cosas, ni tampoco voy a descubrir nada... porque ya lo está, por supuesto. Lo que ocurre es simplemente, que la vida nos va enseñando y mostrando un camino, y que cada cual vive uno, diferente y único. Pero aún así, creo que hay algo que tenemos en común todos... la necesidad de no caminar solos.

El centrarnos única y exclusivamente en nuestra propia persona, en lo que yo quiero, lo que veo o lo que me gusta... nos cierra las puertas a un mundo maravilloso, lleno de una sensación de sorpresa y de compartir que sin duda, nos ayuda a crecer. Tenemos momentos en los que creemos que nosotros solos podemos con todo, que no necesitamos la ayuda de los demás, y mucho menos la preocupación del otro; pero cuando no podemos más, cuando nosotros solitos nos ahogamos, tendemos a gritar, a pedir auxilio.

En cierto modo, es una buena manera de experimentar que la compañía de la otra persona hace que el camino sea menos arduo, más llano y hace que lo cojamos con más fuerza y alegría. Supongo que alguna vez lo hemos vivido, experimentar el apoyo del otro, la compañía, el cariño y la comprensión es algo de incalculable valor.

Cuando reconozco, y sobre todo, cuando experimento que necesito salir de mí para encontrarme con el otro, es cuando ya he avanzado en mi vida, cuando ya he logrado algo grande, y esto, es el camino más bonito que el hombre pueda desear. Salir de uno mismo...; recuerdo el evangelio del ciego Bartimeo, está al borde del camino a la ESPERA; con su grito pide comprensión, pide ser curado y así recobrar la vista, pide compañía, romper con la oscuridad que ha cubierto su vida hasta el momento, quiere la luz de cuerpo y alma, por eso su grito no es simplemente un grito de auxilio, sino un grito de confianza. A veces, sin darnos cuenta, también nos encontramos en estado de ceguera. Ojalá pudiésemos ser conscientes de esto, para salir hacia el borde del camino, y así “gritar” desde la esperanza y la confianza.Texto y foto: Hna. Conchi García.
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