El canto del grillo

A menudo somos muy celosos de nuestras cosas, de nuestros secretos y de nuestra amistad, nos cuesta trabajo dejar entrar a alguien en nuestra vida, al menos, de entrada vamos con mucha cautela porque necesitamos tiempo para conocer quién es y qué espera de nosotros. Vamos dando pasos lentamente, poco a poco, hasta que sin darnos cuenta… tenemos el corazón abierto para amar.

Pero ciertamente, tenemos momentos en los que nos cerramos y no dejamos entrar a nada ni a nadie, tal vez por miedo, temor a que nos puedan hacer mal y por ello, creamos una barrera difícilmente franqueable. Pienso que lo peor no es simplemente que pongamos obstáculos para poder llegar a nosotros mismos, porque todos lo hacemos en algún momento de nuestra vida, pero a la vez sabemos derrumbarla para que la luz entre y nos colme de la alegría que necesitamos.

Lo complicado empieza cuando no escuchamos a nadie y pasamos por completo de las palabras del otro, cuando cerramos todos nuestros sentidos y nos quedamos con nuestra persona bloqueando cualquier entrada. Esto, verdaderamente hace mucho daño y nosotros solos no podemos salir. En la vida no podemos ir cortando todo aquello que no queremos, quitando la vida a cualquier cosa que nos moleste, al igual que a la naturaleza no podemos amputarle los sonidos propios, el silencio auténtico que proviene de ella. El día que podamos matar el canto del grillo del bosque podremos decir que nosotros también habremos muerto porque hemos quitado una parte importante y esencial. En nuestra vida no podemos despreciar la palabra y el acompañamiento del otro porque sino, difícilmente podremos avanzar, ya que necesitamos estar en relación para poder crear vida.

Dejemos que el canto del grillo siga su camino, que alumbre y amenice la vida de la naturaleza, dejemos que nuestra vida esté abierta también al hermano, que nos interrogue y nos aporte todo lo bueno de cada uno para ir creciendo y a su vez, aprendiendo a ser mejores personas. Texto: Hna. Conchi García.
Volver arriba