Ser extranjero

Debe ser muy duro para los que el hambre empuja a dejar su tierra, salen de ella con lo puesto con la sola esperanza de encontrar algo mejor para su vida y la de los suyos, esto si antes no han encontrado la muerte en el camino.
Para Abrahán no era un problema de necesidad, era rico, dejó su tierra pero con él iban sus rebaños sus criados, su sobrino Lot y todo lo necesario para una vida nómada (Cfr. Gn 12). Sin embargo, quien sabe si en algún momento le asaltó la inseguridad, conoció el miedo de que lo mataran, Dios le había prometido que su descendencia sería más grande que las estrellas del cielo y no tenía hijos, cuando tuvo un hijo el Señor lo puso a prueba y le pidió que se lo sacrificara; era el hijo de la promesa. Con todo, este santo patriarca no dudó el ofrecérselo confiado que Dios era capaz de resucitarlo de entre los muertos (Cfr. Hb 11). Su fe, su confianza en Yahvé era inquebrantable.
En el Evangelio, encontramos otro modelo de obediencia y confianza en Dios: San José. Se fía primero de la palabra del ángel que en sueños le dice que no tenga miedo de aceptar a María por esposa (Mt 1). Más tarde también en sueños el ángel le dice levántate toma a al niño y a su madre y huye a Egipto porque Herodes quiere matar al niño. Y José se fía de la palabra del ángel y huye de noche con el pequeño Jesús y su madre. Otro emigrante, éste con certeza con escasos recursos, que deja su tierra, sin saber que le esperaba en el país de Egipto (Mt 2). Estos hombres nos dan ejemplo de su confianza ilimitada al querer de Dios: Se pusieron en camino.
¿Estamos nosotros dispuestos a dejar nuestras pequeñas seguridades para lanzarnos a la aventura del querer de Dios? Adviento es tiempo de ponerse en camino para preparar la venida del Señor que viene. Texto: Hna. María Núria Gaza.