El incrédulo Zacarías

María e Isabel
Zacarías, padre de Juan Bautista, es un poco como aquellos que dicen si no lo veo no lo creo. Le anuncian que va a ser padre en su avanzada edad, como también la de su esposa Elisabeth; él lo pone en duda por más que recibe la noticia por parte de un ángel. Pero su incredulidad no pudo poner trabas al querer de Dios. Su esposa esperó un hijo. María, su prima, acude en su ayuda. Segura que ella va a precisar del socorro de alguien dada su edad. Así que tenemos por unos meses a las dos primas juntas.

Imaginemos los intercambios de estas dos futuras madres. Con que destreza María ayudaría a su prima en los quehaceres del hogar. El padre del futuro Juan Bautista no podía intervenir en sus conversaciones porque desde el momento del anuncio de que iba a ser padre quedó sin habla. A su tiempo Elisabeth tuvo un hijo. Al momento de imponerle el nombre ella dijo que se llamaría Juan. En su entorno se oponían diciendo que no había nadie en la familia con este nombre. Al preguntarle al padre, éste pidió una tablilla y escribió: “Su nombre es Juan” (Lc 2,63). Una respuesta sin vuelta de hoja. El nombre de Juan quiere decir Dios tiene misericordia. Pues nada más justo porque Juan Bautista la practicó en sumo grado. Preparó los caminos para que el pueblo estuviera bien dispuesto para recibir al Salvador.

Nos podemos preguntar en este fin de Adviento si nosotros somos fáciles a creer en la intervención divina en los acontecimientos o hacemos como Zacarías. Al menos cuando tengamos que admitir el querer de Dios en los acontecimientos, sepamos, como el padre de este gran santo, agradecer y cantar las bondades del Señor: Dios es misericordioso. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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