El libro de los salmos

Salmo
Juan Calvino decía: “Tengo la costumbre de definir el libro de los Salmos como una anatomía de todas las partes del alma, porque no hay sentimiento del hombre que no esté representado como en un espejo. Aún más el Espíritu Santo ha puesto en vivo, todos los dolores, las tristezas, los temores, las dudas, las esperanzas, las preocupaciones, las perplejidades, hasta las más confusas emociones que giran en torno al ánimo de los seres humanos”.

El monje benedictino de Montserrat, Hilari Raguer, comenta en su libro “Para comprender los salmos”, Verbo Divino 2010:

“Me entristecen aquellas personas tan suficientes o creídas que osan despreciar los salmos porque les parecen imperfectos, poco espirituales o demasiado alejados del evangelio. Ésos nunca los podrán entender. No se trata de negar las numerosas dificultades que el Salterio, como todo el resto de la Biblia (incluido el Nuevo Testamento) presenta. Pero hay que empezar por inclinarse reverentemente ante el arpa mágica (leyenda japonesa que cita el autor sobre un arpa mágica que sólo tocaría magnificas melodías con el arpista que no se impusiera a la misma) y dejar que ella hable y cante. Algún día entenderás el sentido de aquel salmo, o de aquel versículo que te chocaba, o simplemente no entendías.
Nuestros ciento cincuenta salmos son la selección y destilación de lo mejor de lo mejor de mil años de oración de Israel. Pero este tesoro no lo podrá saborear quien se acerque a ellos cegado por sus prejuicios”.


Para mí los salmos son luz en mis oscuridades, consuelo en mis tristezas, alegría en los momentos gozosos. ¡Qué mejor que orar con los salmos que son Palabra de Dios! Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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