El autor del salmo 8 está admirado de la grandeza y bondad del Creador: “Señor, dueño nuestro que admirable es tu nombre en toda la tierra” (v 1). Cuando él contempla el cielo, obra de sus dedos, la luna y las estrellas que ha creado, se pregunta ¿qué es el hombre para que se acuerdes de él, el ser humano para darle poder? El Dios y Señor de la creación moldea al hombre y le induce su aliento le concede señorío al dar nombre a todos los animales pero tiene que someterse a la obediencia de Dios: puede comer de todas las frutas del jardín menos las del árbol de la ciencia del bien y del mal (Cfr. Ge 2,4-17).
Reconoce el salmista la gran consideración que tiene Dios con su criatura y siente su pequeñez y su pobreza y al mismo tiempo considera la grandeza de la dignidad que su Hacedor lo ha investido:
“Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad; le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies” (v 6-7). De este mismo modo que en este salmo se enaltece la grandeza del Creador, nosotros estamos invitados a alabarlo y a cuidar su obra que él ha depositado en nuestras manos.
Texto: Hna. Nuria Gaza.