El tiempo

Pero en realidad años atrás existían también limitaciones al tiempo porque había menos facilidades que actualmente: Qué diferencia de la máquina de escribir al ordenador; la rapidez del correo electrónico, al correo ordinario; los medios de transporte, a la diligencia; los productos de limpieza tan reducidos, a los actuales; tener las cosas limpias pide mucho menos esfuerzo y menos tiempo: lavaplatos, lavadora y toda clase de electrodomésticos, claro está cuando se tiene poder adquisitivo. Una cerilla y el gas listo, en lugar de la leña o el carbón para guisar o para calentarse en los crudos inviernos y en verano el aire acondicionado, en lugar del abanico.
Lo que ocurre es que ahora hay un acelere que lleva al desgaste psicológico, al stress, cuando no a la enfermedad mental. El libro del Eclesiastés dice que hay un tiempo para cada cosa. Y si nos examinamos vemos que tenemos tiempo para aquello que nos gusta y poco para aquello que nos disgusta.
Jesús, que es modelo para todo cristiano, vemos que en su paso por este mundo tuvo tiempo para todo. Cierto que de sus años pasados en Nazaret poco sabemos, los evangelios solamente comentan que “progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2,53). Y también que estaba sujeto a sus padres. Pero estas lacónicas palabras dicen mucho si las meditamos.
Y en su vida pública, lo vemos de un lugar para otro: cura, predica, camina, va a la sinagoga como todo buen judío, se sienta cansado junto al pozo y aprovecha para entablar conversación con una mujer samaritana, discute con los fariseos, come con pecadores y con frecuencia pasa horas de la noche o de la madrugada en oración con el Padre.
Que el ejemplo de Jesús nos estimule para saber aprovechar el tiempo y nos ayude para no excusarnos de que no tenemos tiempo. Texto: Hna. María Nuria Gaza.