Francisco aboga por "una cultura de compasión, fraternidad y encuentro" ante el patriarca supremo budista El Papa reivindica el papel de las religiones "como faros de esperanza, promotoras y garantes de fraternidad"

Francisco, con el Patriarca Supremo de los Budistas, Somdej Phra Maha Muneewong
Francisco, con el Patriarca Supremo de los Budistas, Somdej Phra Maha Muneewong

Francisco reivindica que "no sólo en nuestras comunidades, sino en nuestro mundo, tan impulsado a generar y propagar divisiones y exclusiones, la cultura del encuentro es posible"

"Podremos impulsar entre los fieles de nuestras religiones el desarrollo de nuevas imaginaciones de la caridad, que sean capaces de generar y aumentar iniciativas concretas en el camino de la fraternidad, especialmente con los más pobres, y en referencia a nuestra tan maltratada casa común"

Uno de los momentos más simbólicos de la primera jornada oficial del Papa en Bangkok fue su encuentro con el Patriarca Supremo de los Budistas, Somdej Phra Maha Muneewong, también conocido como Umporn Umpa-row, en el Templo Wat Ratchabophit Sathit Maha Simaram.

Un encuentro histórico, que Bergoglio comenzó reivindicando la fuentes del budismo, que forman parte indeleble de la identidad de los tailandeses, con "su manera de reverenciar la vida y a sus ancianos, de llevar adelante un estilo de vida sobrio basado en la contemplación, el desapego, el trabajo duro y la disciplina", lo que permiten definir a Tailandia como "el pueblo de la sonrisa". 

"Nuestro encuentro se inscribe dentro de ese camino de valoración y reconocimiento mutuo comenzado por nuestros predecesores", recordó Francisco, quien invitó a "acrecentar no sólo el respeto sino la amistad entre nuestras comunidades", cincuenta años después de la primera visita de un patriarca budista a Pablo VI, que continuó con el viaje de Juan Pablo II a este mismo templo.

"Pequeños pasos que ayudan a testimoniar no sólo en nuestras comunidades sino en nuestro mundo, tan impulsado a generar y propagar divisiones y exclusiones, que la cultura del encuentro es posible", subrayó el Pontífice, quien insistió en que "cuando tenemos la oportunidad de reconocernos y valorarnos, incluso desde nuestras diferencia, ofrecemos al mundo una palabra de esperanza capaz de animar y sostener a los que resultan siempre más perjudicados por la división".

"Posibilidades como estas nos recuerdan lo importante que es el que las religiones se manifiesten cada vez más como faros de esperanza, en cuanto promotoras y garantes de fraternidad", incidió, agradeciendo al pueblo tailandés que "desde la llegada del cristianismo a Tailandia, hace unos cuatro siglos y medio, los católicos, aun siendo un grupo minoritario, han disfrutado de la libertad en la práctica religiosa y durante muchos años han vivido en armonía con sus hermanos y hermanas budistas". 

Diálogo abierto y respetuoso por la paz

Así, el Papa reiteró "mi personal compromiso y el de toda la Iglesia por el fortalecimiento del diálogo abierto y respetuoso al servicio de la paz y del bienestar de este pueblo", y abogó por "una mayor comprensión mutua" lo que, unido "al ejercicio de la contemplación, la misericordia y el discernimiento —tan comunes a nuestras tradiciones—" haga posible la "buena vecindad" entre cristianos y budistas.

Sólo así, concluyó, "podremos impulsar entre los fieles de nuestras religiones el desarrollo de nuevas imaginaciones de la caridad, que sean capaces de generar y aumentar iniciativas concretas en el camino de la fraternidad, especialmente con los más pobres, y en referencia a nuestra tan maltratada casa común", para contribuir "a la construcción de una cultura de compasión, fraternidad y encuentro tanto aquí como en otras partes del mundo".

Saludo del Papa al Patriarca Supremo Budista

Su Santidad: 

Le agradezco sus amables palabras de bienvenida. Al comienzo de mi visita a esta nación, me alegra visitar este Templo Real, símbolo de los valores y las enseñanzas que caracterizan a este amado pueblo. En las fuentes del budismo la mayoría de los tailandeses han nutrido y permeado su manera de reverenciar la vida y a sus ancianos, de llevar adelante un estilo de vida sobrio basado en la contemplación, el desapego, el trabajo duro y la disciplina (cf. S. JUAN PABLO II, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Asia, 6); características que nutren ese distintivo tan especial vuestro: ser considerados como el pueblo de la sonrisa. 

Nuestro encuentro se inscribe dentro de ese camino de valoración y reconocimiento mutuo comenzado por nuestros predecesores. Sobre sus huellas quisiera inscribir esta visita, para acrecentar no sólo el respeto sino la amistad entre nuestras comunidades. Han pasado casi cincuenta años desde que el decimoséptimo Patriarca Supremo, Somdej Phra Wanarat (Pun Punnasiri), junto con un grupo de importantes monjes budistas, visitó al Papa Pablo VI en el Vaticano, lo cual representó un hito muy importante en el desarrollo del diálogo entre nuestras dos tradiciones religiosas; diálogo cultivado que permitió realizar, posteriormente, al Papa Juan Pablo II una visita en este Templo al Patriarca Supremo, Su Santidad Somdej Phra Ariyavongsagatanana (Vasana Vasano). Personalmente tuve el honor de recibir recientemente a una delegación de monjes del templo de Wat Pho, con su obsequio de una traducción de un antiguo manuscrito budista escrito en lengua pali, conservado ahora en la Biblioteca Vaticana. Pequeños pasos que ayudan a testimoniar no sólo en nuestras comunidades sino en nuestro mundo, tan impulsado a generar y propagar divisiones y exclusiones, que la cultura del encuentro es posible. Cuando tenemos la oportunidad de reconocernos y valorarnos, incluso desde nuestras diferencias (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 250), ofrecemos al mundo una palabra de esperanza capaz de animar y sostener a los que resultan siempre más perjudicados por la división. Posibilidades como estas nos recuerdan lo importante que es el que las religiones se manifiesten cada vez más como faros de esperanza, en cuanto promotoras y garantes de fraternidad. 

En este sentido, doy las gracias a este pueblo porque, desde la llegada del cristianismo a Tailandia, hace unos cuatro siglos y medio, los católicos, aun siendo un grupo minoritario, han disfrutado de la libertad en la práctica religiosa y durante muchos años han vivido en armonía con sus hermanos y hermanas budistas. 

En este camino de la mutua confianza y fraternidad, deseo reiterar mi personal compromiso y el de toda la Iglesia por el fortalecimiento del diálogo abierto y respetuoso al servicio de la paz y del bienestar de este pueblo. Gracias a los intercambios académicos, que permiten una mayor comprensión mutua, como asimismo al ejercicio de la contemplación, la misericordia y el discernimiento —tan comunes a nuestras tradiciones—, podremos crecer en el ejercicio de buena “vecindad”. Podremos impulsar entre los fieles de nuestras religiones el desarrollo de nuevas imaginaciones de la caridad, que sean capaces de generar y aumentar iniciativas concretas en el camino de la fraternidad, especialmente con los más pobres, y en referencia a nuestra tan maltratada casa común. De esta manera contribuiremos a la construcción de una cultura de compasión, fraternidad y encuentro tanto aquí como en otras partes del mundo (cf. ibíd.). Estoy seguro que este camino seguirá dando frutos y en abundancia. 

Una vez más, agradezco a Su Santidad este encuentro. Pido que sea colmado de todas las bendiciones divinas para su salud y bienestar personal, y por su alta responsabilidad de guiar a los creyentes budistas en los caminos de la paz y la concordia. 

¡Gracias! 

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