Al menos cuarenta migrantes, entre ellos varios niños, perdieron la vida, mientras que treinta personas fueron rescatadas Monseñor Lhernould, tras el naufragio de Salakta (Túnez): "No basta con conmoverse, se necesitan acciones concretas y compartidas"

Mons. Lhernould (Túnez)
Mons. Lhernould (Túnez)

"Es un hecho terrible. No es un naufragio más: son personas, vidas únicas que se apagan. Como dijo el Papa Francisco, nunca debemos acostumbrarnos a estas cosas"

"Mi pensamiento va a sus familias, que quizá ni siquiera saben que sus seres queridos han muerto en el mar. Ante estos dramas, el corazón sangra"

"¿Por qué las personas se ven empujadas a arriesgar la vida de esta manera, sean conscientes o no de los peligros, y qué podemos hacer colectivamente para garantizar que no se repitan tragedias similares?"

"Hay que recordar que quienes llegan a Túnez para intentar pasar a Europa ya han atravesado el desierto del Sáhara, que hoy se ha convertido en el cementerio más grande del mundo"

(Sir).- Un nuevo naufragio ha conmocionado la costa tunecina de Salakta, cerca de Mahdia. La embarcación, que partió clandestinamente hacia Europa, se hundió en la noche del 21 al 22 de octubre. Según la Guardia Costera tunecina, al menos cuarenta migrantes, entre ellos varios niños, perdieron la vida, mientras que treinta personas fueron rescatadas. Un drama que se repite y que interroga las conciencias. Habla de ello Mons. Nicolas Lhernould, obispo de Túnez

Nacido en 1975 en Courbevoie, Francia, es obispo de Túnez desde enero de 2020. Ordenado sacerdote en 2004 para la diócesis de Túnez, ha vivido durante más de quince años en Túnez, en Susa y Monastir, donde ha desempeñado su ministerio pastoral entre los jóvenes y en el diálogo interreligioso. También ha sido párroco en Sfax y responsable nacional de Cáritas Túnez.

Creemos. Crecemos. Contigo

Nicolás Lhernould

Excelencia, el naufragio de Salakta ha causado decenas de víctimas. ¿Cómo ha vivido esta nueva tragedia?

Es un hecho terrible. No es un naufragio más: son personas, vidas únicas que se apagan. Como dijo el Papa Francisco, nunca debemos acostumbrarnos a estas cosas.

Lamentablemente, los naufragios se repiten desde hace años y este ha tenido un número muy elevado de víctimas. Pero no son cifras: son hombres, mujeres, niños.

Mi pensamiento va a sus familias, que quizá ni siquiera saben que sus seres queridos han muerto en el mar. Ante estos dramas, el corazón sangra.

¿Qué siente, como pastor, ante un dolor que parece no tener fin?

Un dolor muy profundo. Un dolor que nos afecta a todos, creyentes y no creyentes. Cada vez nos encontramos llorando por personas que buscaban vida, esperanza, futuro. Esto no se puede conseguir con medios peligrosos y prohibidos, en los que está en juego nada menos que la vida de las personas. Pero junto a la tristeza surge también una pregunta: ¿por qué las personas se ven empujadas a arriesgar la vida de esta manera, sean conscientes o no de los peligros, y qué podemos hacer colectivamente para garantizar que no se repitan tragedias similares?

Túnez es a menudo un lugar de tránsito para quienes intentan llegar a Europa. ¿Qué está sucediendo hoy en el país?

Hay que recordar que quienes llegan a Túnez para intentar pasar a Europa ya han atravesado el desierto del Sáhara, que hoy se ha convertido en el cementerio más grande del mundo. Así lo recordó el papa Francisco en Marsella, en 2023. Son muchas las razones que empujan a las personas a marcharse: la pobreza, la inseguridad, la falta de perspectivas... Algunos se marchan empujados por la desesperación, otros por ingenuidad, porque alguien les promete un futuro mejor que luego no existe.

¿Hay también redes de explotación detrás de estos viajes de esperanza?

Sí, lamentablemente existen redes de traficantes que se aprovechan del deseo de esperanza y arrastran a las personas a situaciones terribles.

Túnez ha adoptado una postura muy firme contra la inmigración ilegal y la situación irregular. Uno de los objetivos es precisamente luchar contra el tráfico de personas vulnerables por parte de estas redes.

tragedia en Túnez
tragedia en Túnez

Me sentí aliviado al leer que, gracias a la Guardia Costera tunecina, se salvó a treinta personas. Lamentablemente, cuarenta, entre ellas niños, murieron. Lo dramático es que estas salidas se producen de forma totalmente clandestina, y solo nos enteramos de ellas cuando ya se ha producido la tragedia. Es doloroso, porque nadie debería verse obligado a arriesgar su vida por una esperanza que, a menudo, no es más que un espejismo.

¿Cuál es hoy el rostro de la Iglesia tunecina?

La nuestra es una Iglesia pequeña, familiar: unos treinta mil fieles sobre una población de doce o trece millones de habitantes, procedentes de unas ochenta nacionalidades. Un pequeño espejo de la Iglesia universal. Nuestro compromiso se centra en tres palabras: contemplación, cultura y caridad.

¿Cómo viven concretamente estas tres dimensiones?

Somos, como decían los monjes de Tibhirine en Argelia, «personas que rezan entre otras personas que rezan». La oración y el testimonio silencioso son nuestro primer lenguaje. Luego está la cultura y la educación, con centros culturales y nueve escuelas que animamos en el país. Por último, la caridad: una pequeña Cáritas y muchas iniciativas de solidaridad, a menudo nacidas del contacto directo con los necesitados.

¿Cómo responde la Iglesia local al drama de las migraciones?

Ante las migraciones, nuestra respuesta se basa en tres actitudes. La primera es la «disponibilidad del buen samaritano»: como el buen samaritano, tratamos de hacer todo lo posible para aliviar el sufrimiento de quienes encontramos. La segunda es la escucha: muchos han perdido el rumbo de su vida. En los centros de escucha, tratamos de acompañarlos en el discernimiento, ayudándolos a redescubrir una esperanza real, no ilusoria. La tercera es la ayuda al retorno voluntario.

Para un migrante, volver con las manos vacías es doloroso, pero tratamos de apoyarlo también en colaboración con otros, como la Organización Internacional para las Migraciones y las hermanas de Cáritas en África.

Patera en Túnez

También ayudamos a los tunecinos que desean regresar tras experiencias difíciles en Europa, apoyándolos en su reinserción, para que recuperen la confianza y el arraigo en su país.

¿Qué es lo que más le llama la atención de la relación con los migrantes con los que se encuentra?

Nos encontramos con personas en movimiento cuando ellas mismas acuden a nosotros. El mayor regalo es la confianza que la gente deposita en nosotros. Vienen no solo para pedir ayuda material, sino también para buscar una palabra fraternal, una escucha humana. En el fondo, la necesidad más profunda de los seres humanos es sentirse acogidos y reconocidos.

¿Qué mensaje quiere lanzar a las instituciones europeas tras esta tragedia?

La cuestión política es compleja, pero la brújula debe seguir siendo una sola: el respeto incondicional a la persona humana. La Escritura, en el libro de la Sabiduría, dice que «el justo debe ser humano». Todo ser humano, migrante o no, es imagen y semejanza de Dios.

El problema no es solo político o numérico, sino que debe abordarse con una mirada «cara a cara», de persona a persona, como recuerda el Papa.

¿Qué se necesita, en su opinión, para superar la lógica de la emergencia y mirar hacia el futuro?

Hay que ir a las raíces. No basta con conmoverse por las tragedias: hay que abordar las causas que empujan a la gente a marcharse, con una colaboración sincera entre el Norte y el Sur. Y también hay que escuchar los temores de la opinión pública europea: solo así se puede transformar el miedo en una relación humana y racional, orientada al bien común. No basta con gestionar la emergencia: hay que construir un futuro compartido.

Migrantes desaparecidos

Las cifras de migrantes muertos en el Mediterráneo

Según los datos del Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), desde 2014 hasta la fecha, más de 33 000 personas han perdido la vida o están desaparecidas en el mar Mediterráneo en su intento de llegar a Europa. Solo en 2024 se contabilizan unas 2450 víctimas, uno de los balances más graves de la última década. Desde principios de 2025, las estimaciones actualizadas ya indican más de 1000 muertos o desaparecidos. El Mediterráneo sigue siendo la ruta migratoria más peligrosa del mundo, símbolo de una crisis humanitaria que exige respuestas compartidas y duraderas.

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