Sabores del Jerusalén judío y musulmán La rendija de la puerta del Domo de la Roca
(Cameron Doody, enviado especial a Jerusalén).- Jerusalén es muchísimo más que una ciudad cristiana. También tiene muchos lugares de interés de las religiones y cultura judía y musulmana. Los periodistas "peregrinos" en Tierra Santa estos días gracias al Ministerio de Turismo israelí nos hemos acordado de este hecho en nuestras visitas de este martes, el penúltimo día de nuestro periplo.
Nuestro recorrido de hoy ha empezado muy felizmente en el Monte del Templo. Felizmente, porque desde la segunda intifada al principio del milenio el acceso a dicho sitio está restringido a solo un par de horas al día. Tras pasar por los controles de seguridad, no obstante, hemos podido subir tranquilamente a la explanada del Monte y ver los tres sitios sagrados musulmanes que hay allí arriba.
La Mezquita de Al-Aqsa -la "mezquita más lejana"- donde el profeta Mahoma fue transportado durante el llamado "viaje nocturno". La Cúpula de la Cadena, una pequeña capilla de oración al aire libre donde según la tradición islámica colgaba una cadena desde el cielo hasta la tierra y donde también tendrá lugar el Juicio Final. Y por supuesto, el famosísimo Domo de la Roca, al que pertenece la bellísima cúpula dorada que pensaba en un primer momento -he de confesarlo- pertenecía a la Mezquita de Al-Aqsa.
¿Cómo describir la sensación de estar encima del monte donde también se erigían el primero y el segundo Templo judío? Yo lo resumo en la experiencia que he tenido de acercarme a una puerta del Domo y entrever el interior a través de una rendija. A este sitio, como a los otros dos en la explanada de las mezquitas, no puedes acceder si no eres musulmán, pero sí he podido avistar las pequeñas luces en medio de la oscuridad, el mármol de las columnas, y uno o dos mosaicos. Se me ocurrió que es una metáfora perfecta de la experiencia de lo sagrado que tenemos en la tierra. Solo un tanteo y nunca la prueba: nunca un conocimiento perfecto.
Después en nuestro recorrido hemos bajado al llamado Muro de las Lamentaciones, el sitio más sagrado del judaísmo. O, como prefieren que lo llamemos hoy en día, simplemente el Muro Occidental. Se trata del muro de contención del complejo sagrado que se sitúa más cerca de donde estaba los dos Templos: el de Salomón y el de Herodes. Pero de nuevo: ¿cómo interpretar desde fuera -hacer sentido de- semejante hecho religioso como son las muestras de devoción que hacen los miles de judíos, hombre y mujeres, que acuden allí cada día para rezar? Yo de nuevo voy a lo humano, tal y como he hecho en entradas anteriores.

El miedo que uno tiene de no ofender a creyentes de una fe distinta a la suya desparece enseguida: en cuanto te das cuenta de los detalles "terrenales". Los hombres con tirabuzones, kipá y filacterias hablando con el móvil entre rezos. El aire acondicionado que hay en la sala contigua a la sección del Muro al aire libre, donde jóvenes y ancianos rezan juntos, y padres enseñan a sus hijos a atarse los tefilines. Conmueven estos toques humanos, y te hacen sonreír.
Tras un paseo por el barrio judío de la ciudad vieja, al lado del Muro -y tras otra visita rápida al Santo Sepulcro, ese lugar tan misterioso con tantos olores como velas- nos hemos montado en coche una vez más para visitar al Museo de Israel. La famosa maqueta de Jerusalén en tiempos del Segundo Templo que hay allí a escala 1:50 daría para otra nota entera, ya que es casi la única reliquia que he encontrado aquí que sí ha permitido que me acerque más a la historia. Con el pequeño ramillete en la réplica del Monte Gólgota, por ejemplo, que te permite situarte mejor en torno a la Crucifixión tanto en sentido cronológico como geográfico. Y no digo nada de cómo fue para este investigador de la Biblia encontrarme con los manuscritos del Mar Muerto.
Pero son los detalles humanos los que de nuevo me atrapan. El pequeño concierto de baile que hemos visto allí por las celebraciones del 69 aniversario de la independencia de Israel también teniendo lugar estos días. Los helados que se estaban regalando a la puerta del museo, debido al intenso calor que hacía.
Como un compañero periodista español me comentó: son pequeñas pruebas de cómo, a pesar de todos los problemas que experimenta actualmente, Israel sigue adelante. Y esa es la sensación que traigo conmigo mismo de vuelta mañana a España. Dejo Israel con agradecimiento por todo lo que me ha enseñado y compartido conmigo, y también con mis mejores deseos para un futuro seguro y próspero para todos.
