Me gustaría cerrar hoy esta pequeña ventana hacia la obra de Chagall. En la Casa de las Alhajas de Bankia nos sorprende, de nuevo, el pintor del amor y la espiritualidad con su maestría inigualable en el manejo del color. Y, novedad en sus exposiciones, podemos disfrutar una notable muestra de cerámica, con la que experimentó, a orillas del Mediterráneo, en la buena compañía de Matisse y Picasso, que residían cerca.
La vasija que estamos contemplando, grabada a cuchillo en 1962, es una interesante pieza de la exposición. El inagotable dibujo de parejas amorosas sobre lienzo, amplía territorio. Y ya no solo pinta sobre cerámica, sino que, paso a paso, va creando formas en el espacio,descubriendo el placer del volumen y la textura.Se siente feliz Marc Chagall jugando con el barro y el horno, experimentando colores y materiales nuevos, como el mármol y la piedra, como el bronce... Y no nos olvidemos del grabado y la vidriería, en las que sobresalió hasta en edad provecta.
Hemos visto, al hablar del Cantar de los Cantares, cómo el legado de Chagall al “Museo Nacional del Mensaje Bíblico Marc Chagall” (MBMC) está compuesto fundamentalmente de diecisiete óleos de gran formato consagrados a Génesis, Éxodo y Cantar de los Cantares(pulsar). Hablábamos entonces del Cantar. Ahora os invitamos a disfrutar dos cuadros de esta Colección de Niza. El primero ya lo tenemos a la vista: “Abraham y los tres ángeles”.
ABRAHAM Y LOS TRES ÁNGELES
Hermosa, serena composición, como un icono ruso. Al fondo, el color rojo anaranjado, dinámico, alegre, que ayuda a resaltar el blanco y los colores pálidos de las alas de los ángeles, que han sido invitados por Abraham, padre de los creyentes. Les sirve pan recién amasado, y vino; y mantequilla y leche, y un ternero... Anuncian los ángeles, de parte de Dios, que les nacerá un hijo al término de un año. Se ríe Sara, porque los dos son viejos y eso es imposible (leer Génesis 18).
Observamos a Abraham de pie, pensativo. Sara sirve a la mesa. El título de la composición remite, supongo, al popular icono “La Trinidad” del maestro ruso Andrei Roublev. Al fondo, un personaje viaja en camello (Abraham hacia la tierra prometida por Yavé). Y lo más emocionante: una mano se les ofrece desde arriba (la Mano de Dios, su Presencia vivificante). A la derecha, en una especie de globo de comic, Abraham y los ángeles están hablando de la inminente intervención divina sobre Sodoma y Gomorra, que el Patriarca regateará con Yavé...
Es sorprendente que el judío Chagall haya realizado este bello icono sobre la Trinidad, misterio de la teología cristiana en el que un piadoso hebreo olfatearía, sin duda, cierto tufillo a idolatría.
Vayamos ahora a otro personaje central del judaísmo: Moisés. Y, en concreto, contemplemos la lectura que hace Chagall del motín de la sed. Lo refiere Éxodo 17,1-7, y lo va ensayando en múltiples bocetos el pintor poeta, desde 1960 hasta 1966. Agonizando de sed, conspira la muchedumbre contra Moisés, incluso amenazándole de muerte: "por poco me apedrean". Le ordena Yavé golpear la piedra y le promete: "Yo estaré allí, delante de ti, sobre la roca..." Abramos bien los ojos ante el maravilloso lienzo que describe el milagro del agua que brota caudalosa de las duras entrañas de un peñasco:
MOISÉS GOLPEA LA ROCA
La escena de la sed y el agua se representa en un monte pardo que cubre casi todo el lienzo. Se observa allá arriba un rebaño.Moisés, agrandada su figura con cierto aire infantil al estilo de los iconos, después de golpear la roca, vio fluir, por la vertiente, el agua fresca del milagro.
La muchedumbre que, gráficamente, se encuentra, en su mayoría, embolsada en un gran círculo natural, está contenta pero impaciente por acceder con sus vasijas al cauce manantial. Se observa con claridad que, además de varones, multitud de mujeres, niños y animales se arraciman formando un nuevo Israel. (Es curioso, pero casi toda la multitud está mirando al pintor, como para dejar constancia de su presencia en el prodigio.)
En lo más alto del óleo, un ángel alado sopla el sofar. Pero, sobre todo, un gigantesco sol enciende el horizonte; el disco rojo central pareciera la pupila del Dios Vivo. Ya está Yavé con ellos, ya les protege la sekiná del Altísimo. Se muestra a Moisés envuelto en un manto de luz violeta, signo de espiritualidad y obediencia a Dios. Los rayos de luz que emite su frente recuerdan el pacto del Sinaí, y cómo descendía de la alta cumbre con el rostro iluminado de quien había hablado con Dios.
¿Y qué pensar de la distribución de las manchas de colores (amarillo, verde, rojo, violeta, blanco...) entre la muchedumbre de creyentes? Estéticamente, me ha parecido de gran belleza, de una relajada armonía. He intentado adivinar ciertos criterios de proximidad o alejamiento del sol, de Moisés o de la cascada manantial... La fantasía que, de momento, me satisface más, es sentir que estoy frente a fieles que rezan sobre las losas de una catedral, acariciados por resoles de color de múltiples vidrieras...
