Memoria histórica: mi padre en la cárcel (y 5)


HIJOS DE PRESO
Cerraré, de momento, esta modesta serie con algunas anotaciones de diario referidas a la visita de los hijos. Nada especial. En unas y otras cárceles, la ausencia de esposa e hijos, su desvalimiento afectivo y económico, constituyen una de las peores torturas del detenido.

La lluvia.17 octubre de 1937
Todo el día estuvo lloviendo. Se refugia el corazón en un pasado feliz. Acaso pronto han de volver aquellos tiempos de cariño y hogar:
¡Aquellas tardes hogareñas y apacibles en que, rodeado de mis familiares, comentábamos las incidencias de la tormenta!... ¡Aquellos diálogos sin importancia y aquel calor espiritual de los tristes días otoñales!... Estaba mi madre disgustada recordando al hijo que salió sin impermeable, mientras indagaba a través de los cristales si el cielo escampaba. No te preocupes, madre, que ahora está tu hijo bajo techado, aunque llueva torrencialmente en su corazón. Pero muy pronto has de volver a preocuparte por el hijo que salió de casa sin el paraguas. Y entonces la lluvia aumentará nuestra felicidad…
Ya sabe andar.8 noviembre de 1937
Llegan los hijos al locutorio. Y todo es sorpresa, todo alegría. Yo, el mayor, contaba dos años y medio. Carlitos, el menor, catorce meses
Con los dos hijos en brazos no sabía a cual de ellos atender. El pequeño me admiró por su corpulencia, el otro por su despego. Sin embargo, cuando me pedía que le abrazara, lo hacía con mucha fuerza y me besaba repetidas veces. Pero mi asombro subió cuando Colasín me dijo con voz gruesa: “Baja a Carlitos al suelo…” “Pero ¿anda?” “Sí, ya anda…”, me respondió como un hombrecito. Y, en efecto, colocado en el suelo dio unos pasos con pasmosa seguridad. Me lo comí a besos. Colasín me miraba de reojo con celos mal disimulados. Y como estaba sabiendo ya demasiadas cosas y carecía de tranquilidad, y estaba a mi lado el funcionario, decidí que se los llevaran a la madre. Los dos me miraban, vuelta la cabeza como si dijeran extrañados: “Papá se queda…, no nos quiere…” Y su madre recogería con lágrimas en los ojos y besándoles con ternura, todos los besos que pude darles.
Habla con más soltura.12 diciembre de 1937
Se acercan las Navidades. Y, como en los colegios, los detenidos elaboran con ilusión pequeños obsequios para la familia. Esta vez soy yo el protagonista mediador:
Estuve con Colasín bastante tiempo. Todo lo que se diga de su inteligencia y de su corrección es pálido ante la realidad. Habla con más soltura que la última vez, y con una dulzura y facilidad que le tiene que granjear el cariño de todos. Le entregué los naipes cubistas sin concluir, que examinó con gran detenimiento, así como las postales navideñas, advirtiéndole que era para mamá. Las cogió con gran cuidado con la otra mano, y se levantó corriendo para entregárselas. ¡Pobre angelito! ¡Se creía que estaba en casa! Me dijo: “Éstas para mamina de parte de papá”. Me sobrecogió el hecho de que al verme me abrazara con gran fuerza, y que le temblara la voz. ¿Será posible que sienta siendo tan niño?
Día de Reyes.6 enero de 1938

En día de Reyes parece que tampoco hubo comunicación con los hijos. Las postales y regalos que había preparado ilusionadamente no pudieron entregarse. Escribía en diciembre: "Cuando dibujo estas cosas infantiles que evocan épocas pasadas tan felices, se inunda mi alma de inmensa melancolía. El recuerdo de mi padre muerto se recrudece vivamente, y el nuevo cariño de la esposa e hijos dejan mi corazón en carne viva":
Han sido siempre los días de Reyes los más felices de mi vida. Hasta que un mal amiguito, empujado por el diablo, me descubrió que eran los padres. El despertar fue aún peor. A pesar de los muchos años transcurridos, se me ha antojado que fue ayer cuando, del brazo de mis tres hermanos, acudíamos, conducidos por los felices padres, al lugar donde éstos habían situado ilusionadamente la juguetería. Ya tengo dos hijos. Aún no he podido ser Rey Mago. He soñado con soldaditos, rompecabezas y teatros infantiles, que no podrán disfrutar ellos. El Rey está en la cárcel, pero la Reina está con ellos y no los abandonará. Esta ilusión, que me han arrebatado mis enemigos, es superior a todas las condenas.
Nos despediremos de este tema con las más bellas y trágicas nanas que un preso haya compuesto para su mujer y su hijo: Las nanas de la cebolla, que comento ampliamente (pulsa el título y enciende los altavoces).