Miguel Hernández y la sexualidad (11). Canción del esposo soldado

El 9 de marzo de 1937 se casa civilmente en Orihuela Miguel Hernández con su Josefina.El novio, radiante, luce uniforme de campaña. Riguroso traje de luto la novia por su padre, asesinado en Elda a pocos días de iniciarse la contienda. Celebrarán su luna/sol de miel en Jaén, donde corregirá, ya en abril, las pruebas de imprenta de Viento del pueblo. A los cuarenta días de felicidad, tiene la esposa que desplazarse urgentemente a Cox para acompañar a su madre en sus últimos instantes. Afortunadamente, son suficientes estas semanas de pasión y erotismo para recibir al poco tiempo la soñada noticia (7 de mayo):

"No sé cómo decirte la gran alegría que tengo con lo que me dices de que voy a ser padre y cuando lo he leído te hubiera llenado de besos de arriba abajo, mujer, compañera, tormento mío. Ya me parece que eres de cristal y que en cuanto te des un golpe, por pequeño que sea, te vas a romper, te vas a malograr, me voy a quedar sin ti..."


Sólo cuatro días después, le envía este extraordinario poema, que incorporará en última hora a Viento del pueblo:

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Imposible resumir en unas líneas la resonancia personal de estos densos versos entre el erotismo y la mística. El esposo canta su amor, su asombro, ante la preñez de la esposa , morena de altos pechos. El soldado, que vive una "soledad de explosiones y brechas", envidia los besos futuros del hijo, se carga de razones para luchar ("es preciso matar para seguir viviendo", inteligente consigna de guerra), y anuncia un futuro de besos hasta gastarse...

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo a tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.


Escuchamos con ternura la utopía del soldado poeta."Con el puño cerrado": revolucionario, hombre nuevo. Gesto de imprecación (siempre Miguel-de-las- batallas, cuerpo a sangre con la vida). "Victoria y guitarras": una paz justa, rumor de exaltación."A tu puerta" dejaré mi violencia de soldado, "sin colmillos ni garras": sin garras de fiera -la pistola-, sin colmillos de lobo asesino -el puñal, el machete-. Lamentación de combatiente sobre ataúdes en acecho.

Hogar, dulce hogar... Imposible hogar para un soldado en armas, para un poeta que tira con verso, que apagará sus últimos latidos en una enfermería carcelaria de cristales crucificados.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

El soldado en campaña que leyera estos versos en El Mono Azul a las pocas semanas de su composición, pensaría en sus propios hijos, en sus futuros hijos ("Para el hijo será la paz que estoy forjando").El yo lírico de Miguel se ha hecho voz de todos, a través de una escritura en cultos serventesios, de impecable factura y altísima calidad estética. Hay ecos de Fray Luis ("morena de altas torres"), San Juan de la Cruz("dando saltos de cierva concebida"), Quevedo ("te doy vida en la muerte"), etc. El poeta Miguel Hernández, como en Elegía, nos descubre lo mejor de su inspiración en las situaciones más dramáticas. Sangran de nuevo en un sólo poema las tres heridas del hombre: nace un niño (vida) en la guerra (muerte) de la pasión de dos reciéncasados (amor). En el Vals de los enamorados y unidos para siempre desarrollará Miguel este mismo sentimiento oceánico de trascendencia: "aventados se vieron / como polvo liviano, / aventados se vieron / pero siempre abrazados..."

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