Poemas de nube y Dios, y 3. NUBES, ÁNGELES, HOMBRES...

Cerramos hoy este pequeño viaje por algunos versos con nube (para asomarse a anteriores post, pulsar aquí y aquí). Todos, ¿o no?, nos hemos tumbado alguna vez sobre la hierba para ver pasar las nubes. Hasta hemos jugado a adivinar figuras (mira, un ángel, un cordero, un corazón, una cara...).
¿Cómo no recordar el emocionado poema de Rafael Alberti: "Hoy las nubes me trajeron, / volando, el mapa de España"? Sueña el emigrante desde Argentina con su perdido hogar. Viajero con las nubes, se acerca al pueblo de su infancia, a su casa... "Entré en el patio que un día / fuera una fuente con agua. / Aunque no estaba la fuente, / la fuente siempre sonaba. / Y el agua que no corría / volvió para darme agua..." Viajaremos hoy también nosotros, con otros versos, con otros fascinados poetas, por la misteriosa pasarela de las calladas nubes...

QUE TU VOZ BAJE ABIERTA
COMO UN LIBRO...

Incluidos en la tercera sección, de temática religiosa, de "Profecías del agua" (Adonais 1957), el alicantino Carlos Sahagún, si en la primera parte de su poemario había meditado con tristeza la veloz huida (¿acaso hacia la nada?) del río hacia el mar ("En el principio el agua"), eleva los ojos, en los versos de hoy, hacia las nubes —nubes, hombres—.
La imagen inicial de un Dios lejano, siniestro, de voz potente, atronadora, y manos de piedra..., se va dulcificando a lo largo del discurso, hasta la confiada súplica de salvación de seres humanos sin amor ni esperanza, malheridos por la guerra y el hambre. Más tarde, perdida la fe y mirando también al cielo, pero en noche sin estrellas, escribirá el impresionante "Noche cerrada", que concluye con la dramática confesión de estos versos: "Un muchacho lloraba / frente al acantilado, bajo la dura enseña / de la noche sin Dios".
LAS NUBES
Vamos, vámonos ya de prisa, vamos
—nubes, hombres—,
que Dios no quiere nada con nosotros.
Con sus manos de piedra tapa el sol
(¿estáis viendo que ya no hay sol?), se oye
su voz también de piedra, que retumba
en el reino celeste. Y tropezamos
unos con otros firmemente ciegos,
y nos caemos y lloramos juntos,
porque está el desamparo a nuestra puerta,
como un mendigo necesario. Vamos,
echemos la alegría por la borda,
vámonos ya de prisa (¿dónde, dónde?).
Oscura está hoy la tierra y no abre fuego
nadie. ¿No hay nadie aquí? ¿Ya no batalla
el sol con los sembrados? ¿Ya no viven
para vibrar los pájaros más altos?
Responde ya. Nosotros —nubes, hombres—
somos todo, no somos —hombres, nubes—
nada. Pero haz que caiga
tu imposible palabra por la tierra,
que tu voz baje abierta como un libro
fácil de comprender y la oigan todos,
porque hoy somos fatal escoria viva
de la felicidad, huidizas frentes
del abandono, espejos paralelos
eternizando el gran dolor del hombre.

NUBES SENCILLAS, LEVES,
BAJO EL ALA

Del poemario de Leopoldo de Luis "Elegía en otoño" (1952) selecciono unos interesantes versos que subtitula el poeta cordobés "En el aire". Efectivamente: contemplando el azul y sus nubes de amanecer, que desfilan con alegría e inocencia, los ojos y el corazón se aligeran y ascienden, uniéndose al luminoso desfile... Pero no puede ser. "En el pecho / llevamos siempre tierra de nostalgia".
EN EL AIRE
Azul. Vemos pasar. ¿Ángeles? ¿Plumas?
Nubes sencillas, leves, bajo el ala.
Lejos la rosa triste de la tierra
se abre a la luz de la mañana.
Todo puro, intocado, todo nuevo
como la aurora, como la esperanza.
Ya no es verdad aquella sombra injusta,
aquella incertidumbre, aquellas lágrimas.
Todo sencillo: estamos. Este peso
nuestro a la tierra inmóvil ya no grava.
Nos envuelve la luz únicamente;
bajo nosotros pasa.
Todo recuperado en un instante
como un golpe de sol. Los ojos se alzan.
Nos vemos estrenando la aventura.
Detrás no queda nada.
¿Todo será verdad? ¿Todo consigue
ser verdad sin palabras?
El corazón llevamos, casi mar,
dormido en la bonanza.
Pero no puede ser. La arena vuelve
a lastrarnos el alma.
Queremos escapar, pero en el pecho
llevamos siempre tierra de nostalgia.

EN NUBES SUBE
HASTA EL CIELO

Un último poema, ahora de León Felipe, farmacéutico trotamundos. Unos versos muy solicitados en internet, pues reflejan simbólicamente las idas y venidas del amor, de ser nube en lo alto del cielo, en lo alto de la dicha, a ser agua de llanto en el mar de la desesperanza. Forma parte del libro "Versos y oraciones del caminante" (¡1920!).
Recordemos la poética que escribió para la Antología de Gerardo Diego, que explica la popularidad que alcanzó el zamorano universal en la católica España del siglo XX. Comenzaba así: "Por hoy, y para mí, la poesía no es más que un sistema luminoso de señales. Hogueras que encendemos aquí abajo, entre tinieblas encontradas, para que alguien nos vea, para que no nos olviden. ¡Aquí estamos, Señor!"
COMO AQUELLA NUBE BLANCA
Ayer estaba mi amor
como aquella nube blanca
que va tan sola en el cielo
y tan alta,
como aquella
que ahora pasa
junto a la luna
de plata.
Nube
blanca,
que vas tan sola en el cielo
y tan alta,
junto a la luna
de plata,
vendrás a parar
mañana,
igual que mi amor,
en agua,
en agua del mar
amarga.
Mi amor tiene el ritornelo
del agua, que, sin cesar,
en nubes sube hasta el cielo
y en lluvia baja hasta el mar.
El agua, aquel ritornelo,
de mi amor, que, sin cesar,
en sueños sube hasta el cielo
y en llanto baja hasta el mar.
