Cerramos hoy la segunda entrega de doce expresiones poéticas y gráficas sobre la rica exhortación “Evangelii Gaudium”. El título actual del post, “Ya no lloramos”, reproduce literalmente una sabia y provocadora frase del Papa Francisco. Sería bueno presentarla en su contexto, que está tomado de la sección “No a una economía de la exclusión”:
“Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera” (Evangelii Gaudium, 54).
Ilustraremos las palabras del Papa con la lectura de dos emocionados y proféticos poemas, “Culpa” y “Elogio de la imperfección”, que presentaremos a continuación debidamente ambientados.
YO NO TENGO LA CULPA
"Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc." (Evangelii Gaudium, 210).
En el primer poema de hoy, “Culpa”, después de hacer, con ironía, Ángela Figuera su propio examen de conciencia en el tema de la exclusión, la injusticia, el maltrato... (“Yo no tengo la culpa”), se atreve a señalar al lector, disculpándole (“Ni tú, amigo, tampoco”), para confesar, en nombre de todos: “Somos gentes honradas...” La campanada final de este macabro juego de espejos de feria y travestismo, resuena cuando confiesa con la mayor provocación: “Además, ya es sabido, Dios dispone las cosas...” Han pasado 62 años desde la publicación del poemario “El grito inútil”,pero el veterano texto resuena por las galerías de la reciente exhortación de Francisco: “Ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos...”
CULPA
Si un niñito agoniza, poco a poco, en silencio,
con el vientre abombado y la cara de greda.
Si un bello adolescente se suicida una noche
tan sólo porque el alma le pesa demasiado.
Si una madre maldice soplando las cenizas.
Si un soldado cansado se orina en una iglesia
a los pies de una Virgen degollada, sin Hijo.
Si un sabio halla la fórmula que aniquile de
un golpe
dos millones de hombres del color elegido.
Si las hembras rehuyen el parir. Si los viejos
a hurtadillas codician a los guapos muchachos.
Si los lobos consiguen mantenerse robustos
consumiendo la sangre que la tierra no empapa.
Si la cárcel, si el miedo, si la tisis, si el hambre.
Es terrible, terrible. Pero yo, ¿qué he de hacerle?
Yo no tengo la culpa. Ni tú, amigo, tampoco.
Somos gentes honradas. Hasta vamos a misa.
Trabajamos. Dormimos. Y así vamos tirando.
Además, ya es sabido, Dios dispone las cosas.
Y nos vamos al cine. O a tomar un tranvía.
LLAMADOS A CUIDAR A LOS MÁS FRÁGILES
“Jesús, el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los más pequeños (cf. Mt 25,40). Esto nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra. Pero en el vigente modelo «exitista» y «privatista» no parece tener sentido invertir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida” (Evangelii Gaudium, 209).
Hemos descubierto, al comentar la excelencia de la oración de impetración, cómo, desde la fe y el amor, formamos todos la gran familia de la Comunión de los santos (pulsar aquí). El impresionante poema de Miguel d’Ors “Elogio de la imperfección” nos habla, en positivo, de la existencia de seres marginados y su admirable repercusión incluso en la creación natural (luminarias celestes, primavera...). Mirando al cielo, abrió su corazón Jesús una noche luminosa y suspiró desde la ternura: “Bendito seas, Padre, Señor de cielos y tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11,25–26).
ELOGIO DE LA IMPERFECCIÓN
Esa vieja cordura los desprecia.
Tontos, enfermos, locos, raros, poquita cosa:
piezas inacabadas.
Pero a Él le sirven todos,
piedras de Su edificio. Algunas veces
los usa como piedras angulares
-véase el Evangelio- y otras veces con ellos
le hace a la Historia vados, aceras, jardincitos,
poyetes en que toman el sol los jubilados.
Nada se desperdicia. Ninguno queda fuera.
Quién sabe si por ellos, solamente por ellos,
siguen Aldebarán y el Cisne y la Vía Láctea
girando en el silencio de las noches. Quién sabe
si a ésos que tienen pájaros
en la cabeza, a aquéllos que están como una
cabra,
a los que oyen campanas y nunca saben dónde,
a los que les han dado calabazas...
Él no los ha elegido como Sus proveedores
de materiales para hacer las primaveras.
IMPORTANTE. Recordad que a las doce páginas del índice que se presenta a continuación, hay que sumar otras doce entregas anteriores que titulábamos “Poesía y Evangelii Gaudium”. Para acceder a ellas, pulsaraquí.
TEXTOS DE FRANCISCO Y POEMAS
Se hermana la palabra del Pontífice con poemas e imágenes