"No deberíamos dejar el tema de la religión en la puerta de la escuela" (Sarkozy)

El Presidente de Francia acaba de dirigir una intensa carta de 32 páginas a los 850.000 maestros y profesores del país. Sarkozy, que se declara católico, ha pedido a los docentes reflexionar sobre su grave responsabilidad en "guiar y proteger espíritus y sensibilidades que aún no se han formado completamente, que no han alcanzado su madurez, que están buscando, que son aún frágiles y vulnerables". Como sobre su referencia a la importancia de la religión en la formación del ciudadano se escribirá mucho en nuestro medio educativo, de momento me reduciré a referir otro interesante párrafo que ya me gustaría haber oído de labios de nuestro Presidente ZP: "Lo espiritual y lo sagrado siempre acompañan las experiencias humanas. Son la fuente de toda civilización. Uno puede abrirse con más facilidad a los otros y dialogar con las personas de otras religiones cuando entiende su propia religión".

Para poneros un ejemplo, literario desde luego pero real como la vida misma, se me ha ocurrido acercar a vuestra sensibilidad un poema que escribí hace años, pero que podría latir al compás de algún corazón en búsqueda de transcendencia:


MI AMOR, MI PAN, MI AGUA


Aquel adolescente terrorista
detonó su verdad, que nos estalló en la cara:

–¡No existe Dios!


La onda de muerte hirió los corazones.
–¡¡No existe Dios!!


Pupilas asombradas se dilataron como globos de circo.

-¡Dios es un bluf, es un fantasma
para asustar a niños malos!
¡Dios es un cuento de la Banca
para oprimir al proletario!
¡DIOS:
cuatro letras perfumadas
para que sueñen los esclavos!
¡¡Dios ha muerto, muerto, muerto!!
¡¡Viva el hombre liberado!!


El sol se vistió de luto
-eclipse-:
noche en el aula.
Las lamparitas de fe
tem–bla–ron
de frío y rabia.

–Para mí, Dios es amigo,
suspiró una muchacha.
Siento su Mano en mi hombro.
Su Aliento enciende mi casa.
Por mi corazón es fuego,
por mi boca risa blanca.


Volvía la luz a los asustados caracoles
que ya asomaban sus antenitas de colores.

–Yo amo a las estrellas,
a las nubes que viajan y reparten la lluvia,
al bebé ya parido que respira y berrea,
y a la tierna escultura
del cráter de una rosa, o de una lámpara
de cristales de uva.
Me pregunto si tanta maravilla
sólo es magma, materia
sin pastor, quiniela de partículas,
o el regalo amoroso de un Corazón artista.


–Yo dudo, dudo tanto.
Creo que soy agnóstico.
Sugiere un chico atormentado.

–Yo no dudo, yo afirmo, –canta Rosa–.
Mi ternura hacia Luis es tan divina,
me crece tanto amor desde la entraña,
que siento mi raíz en Dios plantada
y mis fresas maduras y ofrecidas.
Los hombres adoraron desde siempre
al Ser que da la vida
más allá de la muerte:
quizás haya algún pueblo
sin mercado ni escuela,
pero nunca sin templo...


Un resol misterioso, cenital, pura nube,
incendia nuestra clase con plumas de querube.

Mi cañón de tinieblas
me dispara gozoso hacia lo blanco.
Ríe la Luz en mis ojos
asombrados.
Mi carne oscura se enciende, alabastro.
La sombra que me acusaba
vuela siniestra a otros campos.
Desnudo frente al Amor,
¡y no me muero de espanto!
¡Ay, que me vivo vitral incandescente,
llaga, Señor, de tus rayos,
primavera de narcisos,
arcoiris de murano!

Canción de nana en la nube:
Este es mi hijo, el amado.

Hablan de una Luz muy tierna
los muertos que regresaron
–Vida después de la vida–,
y de nostalgia de nardos.


Desciendo
al pie de la montaña.
Y siento que Dios es el terrazo
que me sostiene, la savia
que acaricia mis arterias,
mi aire, mi pan, mi agua.
Que, sin El, yo sería poco más un
vilano
ciega semilla de amor arrastrada
por las corrientes de la noche
para ser plantita,
o nada…
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