"Hablar hoy de reinserción se está volviendo tal como una injuria" Alegrías y miedos a salir de la prisión

"La cárcel, a nivel mundial, se está volviendo como algo que, de forma creciente y preocupante, se va distinguiendo por la crueldad de trato y por veces con total sadismo para castigar sobre todo a los pobres y a los enfermos"
"Pobres y enfermos a los que previamente generamos en las barriadas conflictivas por falta creciente de trabajo, de vivienda, de escuelas o asistencia social o por la merma en los medios de atención de salud, sanitarios o de cuidados a la salud mental"
"Aunque no sea la norma general, existen casos de personas presas que no desean salir de prisión. Estos casos pueden deberse a diversos factores: falta de recursos o de apoyo externo para reintegrarse en la sociedad, dependencia de las rutinas mal adquiridas y de la seguridad que te ofrece la prisión. También por problemas de salud mental"
"Aunque no sea la norma general, existen casos de personas presas que no desean salir de prisión. Estos casos pueden deberse a diversos factores: falta de recursos o de apoyo externo para reintegrarse en la sociedad, dependencia de las rutinas mal adquiridas y de la seguridad que te ofrece la prisión. También por problemas de salud mental"
| Xaquín Campo Freire
La cárcel, a nivel mundial, se está volviendo como algo que, de forma creciente y preocupante, se va distinguiendo por la crueldad de trato y por veces con total sadismo para castigar sobre todo a los pobres y a los enfermos que previamente generamos en las barriadas conflictivas por falta creciente de trabajo, de vivienda, de escuelas o asistencia social o por la merma en los medios de atención de salud, sanitarios o de cuidados a la salud mental.
“Aunque no sea la norma general, existen casos de personas presas que no desean salir de prisión. Estos casos pueden deberse a diversos factores: falta de recursos o de apoyo externo para reintegrarse en la sociedad, dependencia de las rutinas mal adquiridas y de la seguridad que te ofrece la prisión. También por problemas de salud mental”.
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¿Motivos para no querer salir de la cárcel?
-Falta de redes de apoyo: al no tener familia o amigos que ayuden a encontrar vivienda, trabajo o apoyo emocional fuera de la prisión. Eso dificulta la reinserción social.

-Dependencia de la rutina que se creó en la estructuración de la propia vida en prisión: horarios y rutinas establecidas que generan una sensación enfermiza de seguridad y estabilidad en algunos presos, especialmente en quien pasó muchos años en la cárcel.
-Salud mental: depresión, ansiedad y otras patologías o trastornos de conducta que producen en la persona sentimientos e ideas de mayor seguridad allí dentro y el temor de tener que volver a enfrentar los desafíos en el exterior de la vida ya desconocida.
"En la cárcel se estima que el 40% tiene alguna patología psicológica o psiquiátrica, psicosis o neurosis, ya desde la infancia. Hay un aumento considerable y preocupante de suicidios o intentos de ello en todas las edades"
-Falta de oportunidades: Si un preso no tiene acceso a programas de rehabilitación o formación profesional dentro de la prisión y con verdaderas destrezas, se crea una autopercepción de incapacidad para encontrar un trabajo o un lugar algo seguro en la sociedad que le espere a la salida.
-Aislamiento social: Después de tanto tiempo se perdieron los contactos con las familias o comunidades que evolucionaron muchísimo y que ya son absolutamente otras. Por eso es preferible la familiaridad de la prisión conocida, que la perspectiva de reintegrarse, que se presenta abrumadora para las capacidades y también por la propia edad.
-Adaptación a la vida de la prisión: Yo ahora “ya no soy de fuera”. Estoy adaptado aquí dentro y aquí tengo la seguridad de las necesidades básicas: alimento, estancia y sé que no voy a ser agredido. Vale más lo malo conocido que una realidad hostil que me espera fuera.
Algunas personas se adaptan a la vida en prisión y “pillaron una rutina”e incluso un sentido de pertenencia e identidad que les resulta muy difícil dejar atrás: “Yo ‘soy’ un preso”.
En la cárcel se estima que el 40% tiene alguna patología psicológica o psiquiátrica, psicosis o neurosis, ya desde la infancia. Hay un aumento considerable y preocupante de suicidios o intentos de ello en todas las edades.

¿Estamos ante enfermos o delincuentes?
Está muy de moda escuchar de la boca de “guapa gente y mejor pensante de la sociedad actual” para pedir a gritos desafiantes, deportaciones masivas.
Los derechos humanos dejaron de ser derechos y dejaron de ser humanos. Y ya no pueden ser invocados, sin ruborizarse, en los ordenamientos jurídicos y menos en la reflexión ética, ni como doctrina y signo de civilización.
Atreverse a hablar hoy de rehabilitación, reinserción y resocialización se está volviendo tal como una injuria, insulto, ofensa, agravio, desprecio, deshonra, afrenta, vilipendio e infamia en la sociedad de los “normales”.
“Ocho millones de personas en España están desafiados de expulsión como propuesta de gran solución de política avanzada”. Esto resonó con fuerza altisonante y contundente en el Congreso de los Diputados esta semana pasada. Está en las hemerotecas. Pero estremece.
Trump: "Estos recientes avances en la aplicación de la ley migratoria "ante" el nuevo centro de detención en el Aeropuerto Dad-Collier, el Alligator Alcatraz", está en medio de los Everglades, una zona natural rodeada de reptiles”. Bukele y las cárceles-jaula de El Salvador. Las cárceles flotantes de Inglaterra para presos, refugiados o sin papeles. Las masacres de Gaza cuando los niños y mujeres van a los centros de reparto de alimentos. Y Rusia, China, y ...

En España, ¿pinta algo mejor?
Así las cosas, en una simple visual de primera página de cualquier periódico de cada día, ¿cómo atreverse a hablar de preocuparnos por la salida de los presos? Sobre todo, ¿de los de las grandes masas de pobres, inadaptados, enfermos y apátridas o huidos de las persecuciones? ¡Que se pudran allí!
Salvo que sean de mi familia y que mi familia sea de la élite “guapa”. ¿Entonces, ...?
Y sin embargo conviene seguir hablando de nuestros “presos y presas “y de “nuestra sociedad” antes de que sea tarde.
Es preciso invocar siempre el art. 25,§ 2 de nuestra Constitución: rehabilitación, reeducación, reinserción, resocialización, etc. Y el problema viene de muy atrás.
Vamos a comenzar con un testimonio real
“La salida de la prisión me da miedo. Le tengo miedo ya a la puerta de la salida. Llegué a tenerle cariño a la seguridad que da la prisión”.
Hayun número creciente de internos que no desean salir. ¿A dónde van a ir? No tienen con quien. “¿Qué proyectos puedo tener?”
He aquí, en síntesis, un testimonio, ya de 1982, en Francia:
“Cuando yo salga de la cárcel, yo ya soy como un hombre “descongelado”, después de muchos años de su muerte. Sí. Tengo miedo y pavor a todos los problemas que de golpe se me presentan a la salida. Y tengo miedo también a que se me tome por un enfermo e incluso a coger una enfermedad”.
“¡Ayudadme a ayudarme a mí mismo!” Ese es mi grito desesperado, que nadie entiende ni escucha”. “Yo no quiero ser “un pobrecito”. Ese “pobre hombre” a quién se le socorre, a quién hay que valerle en todo. Y que me hablen infantilmente y con el lenguaje amenazante de la pedagogía de la vara. Yo quiero ser, quiero llegar a ser alguien que cada día se vuelve progresivamente responsable de sí mismo. Responsable de mi vida”.
“Pero necesito presencias. Preciso que me ayuden a dar pequeños pasos. Saber ir poniendo un paso delante de otro y reaprender el caminar de cada día y saber avanzar. Perdí todo, o ya no lo tuve nunca. Ya te lo he dicho, y lo repito con fuerza, yo no quiero ser “un asistido”. Yo tengo ganas y ‘envidia’ de llegar a compartir contigo mis éxitos y aciertos. Y que sea cierta mi Resurreción”.
“Después de tanta ansiedad y de años de espera por un juicio y del cumplimiento de una larga condena, resulta que también la condena se acaba. Y, bien que mal, “el proceso” ha cumplido su tiempo. Y recomienza todo”.

“Todo mi ser está ‘resentido’ y atravesado por la prisionización: ¿Qué hacer ahora? La libertad ya está ahí: ¿Y la liberación personal?
¿Hay alegría? Sí”. “Pero la ansiedad se me agolpa en los sesos y en el corazón. ¡Y mi sitio ya es la cárcel!”. (Guy Gilbert, Des jeunes y entrent des fauves en sortent, 1982).
Y estamos hablando de adultos. Pero para los y las de los “reformatorios”, los mozuelos y las jovencitas”, las cosas pintan mucho peor. Y las informaciones están “secuestradas” por el secretismo. Muchas de estas instituciones están en manos privadas y las supervisiones son “de aquella manera”. Y no hay mucho escrito, fiable y disponible.
Otros testimonios
¿Qué me espera ahora ahí fuera? ¿Quién me espera? ¡Mañana ya! ¿A quién le importo de verdad?Si ya no les importé antes, ¿ahora van a acoger a un “guiñapo”?
Me dejan en la puerta de la prisión, “a la hora que toque”. Tal vez a las siete u ocho de la tarde. ¡Y todo recomienza ahí! Empiezo por no saber dónde está situada esta cárcel. Todas están muy lejos de las zonas urbanas. ¿Cómo llego al primer enlace viario para algún sitio? ¿Y a estas horas?
El problema no es del funcionariado, que no tiene misión fuera. Es del sistema. Madrid queda muy lejos de todo. Dijo la señora Ayuso: “Madrid es España, dentro de España” No será más bien que Madrid es: España, ¿pero fuera de España? Y de hecho no saben cómo es el hábitat gallego, en dispersión poblacional, lleno de vegetación alta donde me pierdo en las sombras de las noches y del día.
¡Y necesito ser yo y estar presente! ¿En qué voy a trabajar? ¿Qué domicilio? ¿Como subsistir? ¿Que “leñe” voy a hacer conmigo y con mi vida? Por veces siento pánico y me invade el terror.
Un gran número impresionante de suicidios, intentados o conseguidos, marcan los últimos meses, y a veces los últimos días de la prisión y comienza la desesperación. Y también los primeros tiempos de las salidas.
Y aparecen los colegas ofreciéndote una dosis para ‘dormir’ esa noche. Y ya estás de nuevo atrapado. Y ya eres un “reincidente” y un “irredento”. Pero son los que se interesan por ti.
No todos ellos hacen este análisis en profundidad. “Pero la realidad está ahí. Y de ella solo sabemos quiénes fuimos atrapados por esta angustia ...”
¿Cómo se encuentra anímicamente un prisionero a la salida? ¿Y en los siguientes días? Puede ser que lo cruces en sus rutas, varias veces a la semana y, quizás, algunos meses. Y después, ..., se pierde de vista.
¿Qué fue de él? También, tal vez, volvió a la casa, ¿y ...? O tal vez, al no ver salida, sabe que para volver para la cárcel y entrar preventivo o reincidente en ella y pronto, hay que hacer una ya “gorda”. Y ya estás de nuevo en el círculo de la desesperación.
¿Quería delinquir de nuevo? No. “Pero la vida fuera no se me hizo posible. ¡Yo ya no tengo sitio en la sociedad! No me admiten. No se me quiere. Nos quieren y me queréis, ‘apodreciendo’ en el “caldero”, como me dicen a la cara”. Con frecuencia lo peor de la cárcel está en el después. ¡Es lo más duro!

En el sistema actual de cárcel, sobre todo en condenas largas, hace falta mucha paciencia y mucho tiempo para que “el liberado” pueda abrirse un camino de futuro con carga tan pesada. Y ya no hablo sólo de lo humano, sino del estigma grande del tiempo, de la soledad e inactividad de horas dando vueltas a la noria del espacio y del tiempo interminable. Hacen falta mucha suerte y muchas ayudas para recomenzar y adaptarse a una vida, de la que sólo sé el pasado, en el que ya fracasé. ¡Es algo desconcertante! Es imposible. Nada parecido a lo que tantas veces planeé en las ensoñaciones durante las fantasías solitarias del “chabolo”, pensado o soñado otras soledades. No hay más que miedos y rechazos.
La vida trepidante no se sabe ni se puede seguir para quien el tiempo fue interminable por la lentitud en el decurso de cada día y en un espacio mínimo, donde no hay lugar para la anchura del mundo. ¡Te pierdes! No tienes referencias de los límites. La cárcel no es un instrumento educativo.
Hacen falta muchas manos y que sean muy amigas, seguras y pacientes. Que no se cansen y al mismo tiempo que “tiren” de tu vida hacia delante. Hace falta una comunidad receptiva y acogedora que ayude a “re-hacer“una vida que solo sufrió destrozos y deconstrución.
A La salida, ese día, te hacen un recibimiento y una fiestecilla familiar y de amigos que “marca” y ayuda. “Otro día de sueño”. ¿Y dura?… justo ese día. Porque, a la mañana siguiente, muy pronto, inmediatamente ya, la vida sigue con su aceleración. Y la amistad se vuelve exigente y estricta. Y vas a estar siendo observado y en el punto de mira. Porque “aquí y ahora” la vida va así. Horas de entrada y salida. Ritmos trepidantes y precisos.
“Yo te esperaba para compartir un trocito de pan conmigo”. “Pero no apareciste”. “No me esperaste”. “Y experimentamos que inmensa es la pobreza, y las marcas de la prisión y sus heridas tan hondas”. “Ya no hay piedad para mí!”, dijo nuestro poeta Díaz Castro.
La calidad de la escucha activa y la escucha vulnerable, de los inmensos monólogos o silencios y enclaustramientos lleva mucho tiempo y comprensión. Y cansa. “¡Llevo tanto tiempo de silencio y de silencios, de desconfianzas de todos y de todo!” En la cárcel no se genera confianza en nadie. Y aquí, ahora, nadie es capaz de “pillar” a la carrera un “auto veloz y en la cuarta larga”.
El modelo de cárcel no vale. Está agotado. Dicen los entendidos que sólo sirvió veinte años, después de la Revolución Francesa. Lo que supuso pasar de la Ley del Talión a aceptar la vigencia de los nuevos Códigos penales. Luego todo está hacia atrás: Castigo, obediencia, silencio, infantilización ...
No hay acompañamiento progresivo. Siempre es igual la presencia y el ritmo del proceso: No hay “proceso” ni “procesualidad”. Hay “des-gradualidad”. Retroceso procesal, degradación progresiva. De-construcción.
En la cárcel hay solo un objetivo supremo: “Que el preso/a no escape y que no se pueda suicidar”. “Cinco recuentos al día”. ¿Dan los números? Pues entonces que siga la rutina.
¿Y con estas “defensas” sales a la calle? ¿Y qué hago yo contra la noche, lloviendo y en invierno, sin comunicaciones y sin familia, sin dinero ni comunicaciones viarias y sin saber hacia dónde y sin albergue? Me veo impotente y no acierto. Yo sólo veo infinitos dedos apuntándome en las tinieblas: “¡Cuidado con ese/esa! Y el dedo más acusador es precisamente el mío propio. Porque me sé de memoria mi vida, que me aplasta y el grandísimo fracaso que supuso.
¿Autoestima? No te burles de mí, ¡por favor!
Otro relato real
Aquel hombre ya no era de nadie y era de “ningures”, de ningún sitio. Era un “sin lugar”. Cuatro días de agua, frío y nieve, en la entrada de aquel restaurante de la Villa de Teixeiro, que lo “aceptaron” por compasión. Y por más ayudas que pidieron, solo consiguieron, que, al 4º día, “lo metieran” en “un” coche de la “linea” hacia Santiago, para ser “otro más de la calle”. No tenía para donde ir y no tenía con quien ir. Era de nadie y de “ningures”. ¿Qué fue de él? Nunca más supe de él. (X. Campo Freire, Aquel home xa non era de ningúen e era de ningures, Galicia Digital. Ver en Google).
Seguiremos con el tema.¡Dios mío!¡Cuán grande es la soledad de los presos!, diría Bécquer.

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