"Las Normas (de Doctrina de la Fe) son enormemente discretas, sabias y humildes" ¿Fenómenos “sobrenaturales” o frutos de la presencia del Espíritu?

María y el Espíritu
María y el Espíritu

"Ninguna aparición es indispensable para la fe"

"Hace unos años se publicó -bajo la dirección de René Laurentin y Patrick Sbalchiero- un impresionante diccionario de las 'apariciones de la Virgen María'.  En él se presentan 2.400 apariciones de la Virgen"

"Es de agradecer, de una manera especial al cardenal Víctor Manuel Fernández, la inteligente e inspirada presentación del documento sobre las normas"

"Existe la tentación de dar más importancia a los supuestos fenómenos sobrenaturales, que a la presencia y permanente actuación del Espíritu Santo en la Iglesia"

El Dicasterio para la Doctrina de la Fe nos ofreció el pasado 17 de mayo de 2024 unas “Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales”. Espontáneamente pensamos en las “apariciones marianas”, aunque tales normas sean aplicables a otros casos.

Ninguna aparición es indispensable para la fe

Ya el Concilio Vaticano II nos dijo: “con el envío del Espíritu de verdad se completa la revelación” y que “la alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (cf. 1 Tim., 6,14; Tit., 2,13) (Concilio Vaticano II, Constitución “Dei Verbum”, n. 4).

El viaje de tus sueños, con RD

El cardenal Tucho Fernández presenta el documento
El cardenal Tucho Fernández presenta el documento

Respecto a las apariciones el documento del Dicasterio afirma con contundencia:

 “Ninguna aparición es indispensable para la fe. La revelación que viene de Dios concluyó cuando Jesús murió, resucitó fue elevado al cielo y se constituyó su comunidad”. 

En el Antiguo y Nuevo Testamento encontramos todo lo que nos es necesario conocer, como revelado por Dios. 

Y sin embargo… más de 2.400 

No obstante, ha habido a lo largo de la historia personas que han referido “presuntos fenómenos sobrenaturales”. Hace unos años se publicó -bajo la dirección de René Laurentin y Patrick Sbalchiero- un impresionante diccionario de las “apariciones de la Virgen María”.  En él se presentan 2.400 apariciones de la Virgen. René Laurentin reconocía que se trataba de un “tema arriesgado, controvertido y no suficientemente estudiado” desde el punto de vista científico. Él mismo se cuestionaba si quien se aparecía era “ella misma” y cómo “interpretar el mensaje”. ¡Nada extraño que tantos obispos se pregunten cuáles son las claves teológicas y pastorales para discernir y abordar pastoralmente tales fenómenos! 

La seducción de lo insólito

Lo insólito siempre suscita la curiosidad, y la curiosidad genera publicidad, desplazamientos, ingresos económicos…. Se establece así un turismo religioso hacia sorprendentes acontecimientos “sobrenaturales”. 

En este contexto se sitúan las “Normas para proceder en el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales”. La afirmación “fenómenos sobrenaturales” es demasiado audaz en el mundo de la inteligencia científica. 

A la escucha del Espíritu

Y en ese contexto, las Normas son enormemente discretas y sabias: adoptan el criterio evangélico que proviene de Jesús: “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,20); porque hay “frutos para la muerte” (Rom 7,5) y también “frutos del Espíritu” (Gal 5,22); y también humildes: ¿quién podrá afirmar que se trata de un auténtico fenómeno sobrenatural? La Iglesia desea tener en este momento mucha cautela. Y sus normas así los muestran.  

El protagonismo del Espíritu Santo como clave

Es de agradecer, de una manera especial al cardenal Víctor Manuel Fernández, la inteligente e inspirada presentación del documento sobre las normas, que él titula: “A la escucha del Espíritu que obra en el Pueblo fiel”.

Existe la tentación de dar más importancia a los supuestos fenómenos sobrenaturales, que a la presencia y permanente actuación del Espíritu Santo en la Iglesia.

 Jesús nos dijo: “Os conviene que yo me vaya” (Jn 16,7). Pero no dijo: “estad atentos a todos los fenómenos sobrenaturales que os sobrevendrán”. Sí dijo: “Si no, no vendrá a vosotros el Espíritu que el Padre -que está en los cielos- y yo -sentado a la derecha del Padre- os enviaremos”.

Papa y Espíritu

La Iglesia -sobre todo de Occidente- ha padecido un fuerte déficit “pneumatológico”. Hasta Karl Rahner llegó en alguna ocasión a reprochar la existencia de una cristianismo binario y no trinitario. El cardenal Suenens evocaba su sintonía con un autor protestante, que se extrañaba de encontrar una afirmación sobre María allí donde él esperaba una afirmación sobre el Espíritu Santo. Varios Padres del Concilio Vaticano II introdujeron la perspectiva pneumatológica en los esquemas conciliares.

El déficit pneumatológico se apreciaba en los centros teológicos en los cuales se pasaba de la Cristología a la Eclesiología, e incluso a la Mariología, sin dar lugar a la Pneumatología; lo mismo se ha detectado en la pastoral  devocional de la Iglesia. El Papa Francisco podría muy bien ser descrito como el defensor del protagonismo del Espíritu Santo, tal como ha ido expresándose en sus intervenciones en el Sínodo de la Sinodalidad.

El cardenal prefecto del Dicasterio para la doctrina de la fe nos recuerda que la presencia y actuación de Dios en la historia acontece bajo la acción del Espíritu Santo, que actúa en la Iglesia y estimula nuestra maduración espiritual en la fidelidad al Evangelio.

Esta actuación del Espíritu puede acontecer a través de determinados acontecimientos cuyo origen pneumatológico se ha de discernir y  reconocer por sus frutos. 

Frutos infalibles de la presencia del Espíritu Santo acontecen en los sacramentos de la Iglesia: la iniciación cristiana culmina con la unción y sello del Espíritu; la presencia real eucarística acontece en la invocación al Espíritu o la “epíclesis” sobre los dones de pan y vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y la Iglesia es constituida por el “el Espíritu que reúne en unidad a cuantos participan del cuerpo y de la sangre de Cristo”. El Espíritu es derramado por Dios Padre para el perdón de los pecados en el sacramento de la reconciliación.  Aún es necesario redescubrir la dimensión pneumatológica del sacramento del Matrimonio y en la eclesiología de la Iglesia doméstica.

Pentecostés
Pentecostés

No debemos cerrarnos, con todo, a otras posibles presencias y actuaciones del Espíritu Santo -como apariciones o visiones de Jesús o de María-. Es propio de la Pneumatología abordar todas estas cuestiones y descubrir cómo el Espíritu también se hace presente en “los signos de los tiempos”, a través de los cuales la historia humana sigue reconfigurándose.

“No os dejaré huérfanos”: ¿El Espíritu y María Madre?

Se nos ha olvidado que Jesús dijo: “Os conviene que yo me vaya” y también “no os dejaré huérfanos”. ¿No se referiría Jesús tanto al Espíritu Santo como al “ahí tienes a tu madre? La presencia no solo del Espíritu, sino también de María a lo largo de la historia de la Iglesia es un hecho indudable María, la theotokos, la Virgen, la Madre, la Pan-aghia, la Asunta. Existe una misteriosa conexión entre el Espíritu Santo y María ya desde el origen de Jesús. Una relación que no es esponsal -como a veces se dice en la piedad popular-, pues el Esposo de María era José y Jesús “hijo de José y, por tanto, hijo de David”. Se trata de una relación de “misteriosa complicidad”.

Finalmente, no sé si otra vez hemos de volver hacia “lo sobrenatural”. Si el Espíritu ha sido enviado, si el Espíritu está en misión permanente, si el Espíritu es el aliento del mundo, del cosmos, si el Espíritu sopla como quiere y dónde quiere, ¿quiénes somos nosotros para restringir su acción y misión? ¡Por sus frutos los conoceréis!

Pentecostés
Pentecostés

Volver arriba