"La paz no es un regalo caído del cielo: es una tarea diaria, una responsabilidad común, una opción de vida" Ferrol bota una fragata mientras el mundo se hunde en la guerra: ¿Quién trabaja hoy por la paz?

"Todo un despliegue de innovación que, sin embargo, está pensado no para salvar vidas, sino para perfeccionar el arte de la guerra"
"La OTAN gastó en 2024 más de 1,5 billones de dólares, el 55% del gasto militar mundial. Una cifra que nos debería estremecer: ¿qué pasaría si esa misma cantidad se destinara a hospitales, escuelas, vivienda, energías limpias o a luchar contra la pobreza?"
"No son los fabricantes de armas, ni los que lucran con la guerra, ni los que justifican el gasto militar quienes son llamados hijos de Dios, sino los que construyen la paz con sus manos, con su vida, con su entrega diaria"
"No son los fabricantes de armas, ni los que lucran con la guerra, ni los que justifican el gasto militar quienes son llamados hijos de Dios, sino los que construyen la paz con sus manos, con su vida, con su entrega diaria"
| José Carlos Enríquez Díaz
El eco de los tambores de guerra retumba en todos los rincones del planeta. Los conflictos se multiplican, las tensiones se recrudecen y los presupuestos militares alcanzan cifras récord, mientras las esperanzas de paz parecen desvanecerse. Ucrania, Oriente Medio, el Mar del Sur de China, el corazón de África… El mapa del mundo se ha teñido de rojo, no solo por la sangre derramada, sino también por la fiebre armamentista que todo lo consume.
Y, en este contexto, hoy en Ferrol se celebra la botadura de la primera fragata de la serie F-110, un buque de guerra que representa lo último en tecnología militar. Un acto solemne, con autoridades civiles, militares y religiosas, entre ellas el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la ministra de Defensa Margarita Robles, la vicepresidenta Yolanda Díaz, el presidente de la Xunta Alfonso Rueda y, como madrina, la reina emérita Sofía. Un evento que, sin duda, combina tradición naval e innovación tecnológica, pero que también simboliza el rumbo que estamos tomando como sociedad.
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Un mar embravecido por la violencia
Mientras en el mar Rojo los hutíes atacan el comercio internacional, en el Donbás los cañones rusos retumban por tercer año consecutivo, en el Pacífico los roces entre buques chinos y filipinos se intensifican, y en el Congo casi un millón de personas huyen de la violencia… nosotros celebramos la puesta en el agua de un buque diseñado para la guerra.
La fragata Bonifaz, como ha sido bautizada, es una joya tecnológica: propulsión híbrida en modo silencioso, Gemelo Digital para anticipar fallos, fabricación aditiva con impresoras 3D, mástil integrado para reducir su firma radar y el sistema de combate SCOMBA para garantizar la interoperabilidad con la OTAN. Todo un despliegue de innovación que, sin embargo, está pensado no para salvar vidas, sino para perfeccionar el arte de la guerra.
El coste humano y espiritual
Nos dicen que estas inversiones son necesarias para la “defensa”, para la “seguridad” o para la “disuasión”. Pero, ¿cómo puede haber seguridad en un mundo donde se multiplican las armas y se normaliza la violencia? La OTAN gastó en 2024 más de 1,5 billones de dólares, el 55% del gasto militar mundial. Una cifra que nos debería estremecer: ¿qué pasaría si esa misma cantidad se destinara a hospitales, escuelas, vivienda, energías limpias o a luchar contra la pobreza?
Hoy en Ferrol aplaudimos la botadura de un buque que cuesta cientos de millones de euros, mientras en nuestros barrios hay familias que no llegan a fin de mes, mientras la juventud emigra por falta de oportunidades, mientras nuestros mayores sufren listas de espera interminables en la sanidad. ¿Qué diría Jesús ante esta contradicción?

La voz del Evangelio
El Evangelio nos recuerda una verdad incómoda y siempre actual: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5,9). No son los fabricantes de armas, ni los que lucran con la guerra, ni los que justifican el gasto militar quienes son llamados hijos de Dios, sino los que construyen la paz con sus manos, con su vida, con su entrega diaria.
La botadura de hoy en Ferrol no es un simple acto de ingeniería naval: es también un signo de los tiempos. Un signo que nos interpela, que nos obliga a preguntarnos: ¿estamos poniendo nuestras mejores capacidades humanas, tecnológicas y económicas al servicio de la paz o de la guerra? ¿Construimos puentes o fabricamos muros?
Una llamada a la conciencia
El buque que hoy toca el agua en la ría de Ferrol simboliza lo que somos capaces de hacer como sociedad cuando unimos esfuerzos: ciencia, industria, ingeniería, trabajo colectivo. Pero también pone de manifiesto hacia dónde dirigimos esas capacidades.
Si toda esa inteligencia, todo ese talento y todos esos recursos se destinasen a construir una sociedad más justa, más humana, más fraterna, hoy podríamos estar celebrando no la botadura de una fragata, sino la inauguración de un hospital, una red de viviendas sociales, o un gran centro internacional de investigación en energías limpias.

En lugar de celebrar armas, podríamos estar celebrando vida
Ferrol: espejo del mundo
Ferrol, ciudad marcada por su tradición naval, vuelve a ser protagonista de la historia, pero esta vez como espejo de la contradicción global. Mientras el planeta se desangra en múltiples frentes, aquí lanzamos al mar un buque preparado para futuras batallas. Una paradoja que debería movernos a la reflexión y a la acción.
No se trata de negar la importancia del trabajo y el esfuerzo de miles de trabajadores de los astilleros. Se trata de recordar que, más allá de la tecnología y la industria, existe un horizonte más alto al que aspirar: la construcción de la paz.
Conclusión
Hoy, mientras las autoridades aplauden la botadura de la Bonifaz, deberíamos preguntarnos si no estamos hundiendo también nuestra conciencia en las aguas turbias de la guerra. La paz no es un regalo caído del cielo: es una tarea diaria, una responsabilidad común, una opción de vida.
En un mundo que se inclina peligrosamente hacia la violencia, es urgente escuchar los ecos del Evangelio, recordar que el dolor de uno en cualquier rincón del mundo acaba afectándonos a todos y atrevernos a ser constructores de paz.
Porque, al final, la verdadera pregunta que quedará flotando sobre la ría de Ferrol no será cuán avanzada es la fragata que hoy botamos, sino si tendremos el valor de elegir la paz antes de que el mar de la historia nos trague a todos.