Fromación y "curas asociados" Ignacio de Loyola, el Papa Francisco y una hipótesis

(Juan P. Somiedo).- Enrique García Hernán ha escrito una biografía sobre Ignacio de Loyola de reciente publicación trazando un perfil no del santo que llegaría a ser sino del hombre que fue y en cuyas páginas podemos encontrar una búsqueda de similitudes, salvando las distancias, entre el Papa Francisco y San Ignacio. En una de sus páginas podemos leer:

"Ni Ignacio ni los jesuitas cantaban, ni siquiera en la liturgia. El rezar en coro cantado, tan común en monasterios y conventos, no lo hacían. Y el Papa Francisco, si nos fijamos, tampoco canta en misa. Quizá este Papa esté pensando en una cierta vuelta al barroco en el sentido que impulsaban en esa época San Camilo Lelis, San Felipe Neri con su oratorio o San Juan de Ávila: todos trabajaban la idea de tener curas diocesanos pero muy formados y asociados con alguna regla"

El autor formula una hipótesis y no una aseveración, pero una hipótesis elegante y sencilla. Esto es, al ser el Papa jesuita cabría esperar una inclinación hacia los aspectos formativos e intelectuales tan valorados en la Compañía de Jesús. La palabra formación hay que tomarla en toda su amplitud, es decir, no necesariamente está más formado quien tiene más títulos académicos o ha cursado más postgrados o carreras.

Voy a hacer un poco de Voltaire, con su permiso. Muchos de nuestros obispos exhiben en su currículum licenciaturas y doctorados en Teología logrados en Universidades de la Iglesia. ¿Podríamos decir que eso significa hoy en día estar formado?. ¿Son los estudios teológicos una formación lo suficientemente plural como para capacitar el dialogo con la realidad actual?.

Podríamos decir, por ejemplo, que, a la luz de sus declaraciones en la arena pública, Monseñor Reig Pla está formado intelectualmente?. Dejando a un lado estos interrogantes episcopales hay hechos que son objetivos. Uno de ellos es que el nivel académico de los seminarios nunca ha estado tan bajo como en la actualidad, condicionado inevitablemente por la escasez de candidatos y la amplia variedad de edades con que inician los estudios eclesiásticos. Otro factor es que, desde que desaparecieron las antiguas oposiciones a parroquias, los seminaristas saben que el aspecto intelectual no es un factor diferenciador o, al menos, esa es la impresión que, desde dentro, muchas veces se tiene.

Pero, ¿qué consecuencias directas tendría este hincapié en la dimensión intelectual?. La primera de ellas y la más evidente a corto plazo es que, a día de hoy, seguramente supondría una criba de los candidatos al ministerio. La solución pasaría entonces por implementar en la institución los cambios necesarios para que el número de candidatos y la calidad de éstos se vieran notablemente incrementados. Otra de las consecuencias, esta vez a largo plazo, es que la formación nunca ha sido aliada de la inmovilidad y las lecturas espirituales extremistas que realizan algunos movimientos eclesiales.

La segunda pata de la mesa que señala el autor son los curas "asociados con alguna regla". Para ser honesto no me gusta la palabra asociación, tiene mucha más resonancia cristiana la palabra "compañero" del latín cum panis, es decir, el mismo pan. Son compañeros los que comparten el mismo pan. Y si el pan es vida, compañero es el que comparte la vida.

Y claro, visto desde esta perspectiva, comienzan a vislumbrarse algunos aspectos más claramente. O para ir directamente al grano, siendo un poco egoista: ¿tienen todos los curas el mismo ratio económico, que no salario?. ¿cobra lo mismo un cura rural que un capellán militar, por ejemplo? ¿viven en parecidas condiciones materiales? De no ser así ¿el que más trabaja (si es que esto puede valorarse) tiene más compensación económica?

Pero pecaríamos de restrictivos si nos fijáramos solo en lo material. La palabra asociación o la palabra compañeros tienen resonancias grupales que nos sitúan en las antípodas del individualismo y la soledad. Y aquí surgen otras preguntas. ¿Cómo son las relaciones entre los curas? ¿Viven su pertenencia a la diócesis como una nota de pertenencia?. ¿Viven un sano individualismo y una soledad creativa? ¿Quieren vivir solos?. ¿Favorece esto la evangelización? Más aún, llegados el caso ¿estarían preparados para convivir con otras personas?.

Alguien dijo una vez que le bastaba una frase para condenar un hombre. En el caso de Jesús fue, más bien, un silencio. Pero la frase de Enrique García Hernán, lejos de condenar aparece como maravilloso germen de interrogantes y posibilidades.

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