(Celso Alcaina).- Me crucé con él en las escaleras. Unas regias escaleras de piedra. Van del claustro a la planta principal, la segunda. Estoy en el renacentista Palazzo del Sant'Uffizio. Don Álvaro Portillo, llamado "del Portillo" desde su incorporación al Opus, sube jadeante. Un manojo de papeles en mano. Me saluda en castellano. Desde hace más de cinco años, nos encontramos cada lunes. Es el día semanal de la "Consulta". La "Feria IIª", la "reunión de consultores". Asisten unos 20 clérigos. Son curiales de alto rango, representantes de institutos religiosos y profesores de universidades romanas. Estudian y proponen la heterodoxia o la ortodoxia. Luego, en "Feria IVª", los Cardenales, entre 15 y 20, decretan. Normalmente asumen el dictamen del "coetus consultorum".
Ese día Don Álvaro llega con retraso. "Tranquilo, Don Álvaro, Mons. Hamer todavía no se ha movido". Hablo del arzobispo-secretario. Preside y modera la reunión. Su despacho es contiguo al mío. Acabo de verlo. Está ordenando los papeles relativos al tema de hoy: "ordenación sacerdotal de mujeres".
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