Anunciar el Evangelio es dar vida, curar y salvar Pintar siempre con dos colores: amor y esperanza

(Carlos Osoro, arzobispo de Madrid).- En la carta primera a los Corintios, el apóstol San Pablo nos dice algo que es esencial en nuestra vida: "Por qué, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles" (cf. 1 Cor 9, 16-19.22-23).

Son unas palabras que siempre me han impresionado. Y que tienen una fuerza especial en estos momentos que estamos viviendo: ¿Somos libres o esclavos? La libertad nos la entrega Jesucristo. Por eso, el Apóstol Pablo, una vez que ha conocido a Jesucristo, experimenta que no tiene más remedio que darlo a conocer, que hablar de Él. Ha sido Jesucristo quien le ha devuelto la libertad y él desea que ésta, que ha experimentado en su vida, llegue a todos los hombres. De ahí sus palabras: "¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!". Con esa misma libertad que le ha sido otorgada por Cristo, el Apóstol Pablo se hace esclavo de Él para ganar a los hombres y darles la libertad, y para curar a quienes se encuentran sometidos a las esclavitudes diversas con que los hombres intentamos encadenar en muchas ocasiones a los demás. Libres para ganar a los hombres, siendo esclavos de Cristo que es la vida, y que nos hace dar vida, salvación y curación a los demás.

Anunciar el Evangelio es dar vida, curar y salvar. El Papa Francisco, a través de los Pontificios Consejos para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes y de Justicia y Paz, con las Uniones Internacionales de los Superiores Generales, ha convocado la Jornada Internacional de oración y reflexión contra la trata, celebrada este domingo, 8 de febrero, festividad de Santa Josefina Bakhita, la esclava sudanesa canonizada en el año 2000. La Iglesia sigue teniendo la misma ocupación que su Maestro. El Papa Francisco nos recordaba recientemente que "el tráfico de seres humanos es una llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una llaga de la carne de Cristo. Es un delito contra la humanidad". Se entiende por trata de personas "la captación, el transporte, traslado, acogida o recepción de personas; recurriendo a la amenaza, al uso de la fuerza u otras formas de coacción; al rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad, o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación".

Tengamos el atrevimiento de hacer una gran obra de arte. Pintemos el cuadro de la vida, de la historia y de la trayectoria que tienen que hacer los hombres en este mundo, con dos colores: el color del amor y el de la esperanza. ¿Dónde está la tarea de la Iglesia hoy? Es la de siempre: dar a conocer a Jesús y hacer santos con la vida misma de Cristo. Al igual que Jesucristo, el papel de la Iglesia es presentar el rostro del Señor y entregar su liberación, el diálogo con todos los hombres, y construir la comunión. Por eso el diálogo y la cultura del encuentro tienen que ser el canal que utilice la Iglesia, al igual que hizo Nuestro Señor Jesucristo; han de ser la herramienta básica para construir la paz y promover la conversión, creando fraternidad. Este cuadro que los discípulos de Cristo tenemos que presentar y ofrecer a todos los hombres no es ni más ni menos que globalizar el amor mismo de Dios manifestado en Cristo para todos los hombres.

No se trata de una globalización que se reduzca a las finanzas internacionales, a la economía, a lograr acuerdos bilaterales... todo esto se escapa del control. Se trata de llevar la libertad a todos los seres humanos, de regalar curación. En definitiva, de hacer una globalización en la que todos se sientan integrados con su singularidad y enriquecidos con unas relaciones nuevas, fruto del amor que sigue regalando Jesucristo.

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