José Moreno Losada Redimir a los cautivos

(José Moreno Losada).- En España hay más de 65.000 personas presas, y solamente en las cárceles de Extremadura más de mil cien. Son los presos de nuestra sociedad. Desde ellos y la Pastoral Penitenciaria, podemos recordar una de las Obras de Misericordia que se nos proponen para vivir este año: "redimir al cautivo". Esta obra nos invita a adentrarnos en el tema de la cautividad y sus sufrimientos en el mundo actual.

¿Quiénes son los cautivos hoy entre nosotros y de qué somos cautivos? Allí donde las personas pierden su libertad y sus libertades más fundamentales, se vive la experiencia de ser cautivos, son todos los que viven oprimidos, excluidos, manipulados, perseguidos, amenazados, violentados y atacados. Y todo ello de un modo personal o colectivo, interna o externamente, desde la proximidad o desde la lejanía, desde las redes familiares o desde las estructuras de nuestro mundo, y a veces, incluso, desde la propia cultura, economía, política o religión pervertidas. Cuando se dan estas situaciones de esclavitud, bajo cualquiera de sus formas, nos encontramos con situaciones infernales y dolorosas de miedo, ansiedad, fatiga, desánimo, silencio humillante y deseo de huida.

Son muchas las personas que se ven cautivas en situaciones infernales de las que les gustaría salir, liberarse, para poder tener libertad y paz, para vivir con dignidad, pero sienten que su situación es de dolor y que es muy difícil salir de ella. A eso es a lo que le llamamos «descender al infierno», «estar abajo», «ser cautivos». La lista es interminable y se hace a pie de noticia diaria y de calle: presos, adicciones -droga, sexo, alcohol, juego-, pobreza, maltrato de género e infantil, trabajos precarios e indignos, prostitución, refugiados, sin papeles, comercio de órganos... Todo ello, sin contar a personas con enfermedades y sufrimientos psicológicos que se sienten cautivos de la ansiedad, la depresión, la esquizofrenia... O de los que quedan heridos por la pérdida de un ser querido, por experiencias duras vividas y se encierran en un dolor sin esperanza y sin consuelo, como quien ya no tiene derecho a vivir en libertad y alegría. ¿Y Dios?, ¿y su misericordia?, ¿dónde está Él en este dolor?

Dios en cautividad

La mirada bíblica es directa en la respuesta cuando nos dice de Jesús que "Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote...los hombres que lo tenían preso se burlaban de él y le golpeaban"(Lc 22,54 y 63). Y no es menos clara cuando en boca de Jesús se habla de este modo del juicio universal: "Venid vosotros, benditos de mi Padre, id al Reino preparado para vosotros porque...Estuve preso y vinisteis a verme...cada vez que lo hicisteis con uno de estos humildes hermanos, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,36)

El Papa Francisco, fiel a Jesús, no está invitando a ir a todas las periferias del mundo, donde se encuentran las situaciones infernales, allá donde hay que descender. Y lo primero que nos dice es que hay que ir con la humildad y sencillez más grande, para poder entrar en esas periferias, lo dice abiertamente desde su reflexión acerca de visitar a los presos: "la cárcel es una de las periferias más feas, con más dolor. Ir a la cárcel significa, ante todo, decirse a sí mismo: «Si yo no estoy aquí, como esta, como este, es por pura gracia de Dios». Pura gracia de Dios. Si no hemos cometido estos errores, incluso estos delitos o crímenes, algunos graves, es porque el Señor nos ha llevado de la mano. Se trata de reconocernos tan pecadores y tan necesitados como todos los seres humanos, por destrozados que puedan estar o sufrimientos que puedan cargar. De reconocer que Dios nos salva desde ellos, que en ellos está nuestra salvación y nuestro perdón.

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