"El absurdo de la guerra es desafiado por el nacimiento de un niño en el portal de Belén" Vivir la navidad en tiempos de guerra

Navidad en Ucrania
Navidad en Ucrania

"Ucrania sufre no sólo por los misiles sino por la falta de calefacción en los hogares. La temperatura en Kiev se encuentra en menos 3 grados. Los alimentos son escasos"

"La navidad, celebrada en tierras de guerra, emerge como signo de que las personas y las familias, advierten la importancia de poseer un espacio inexpugnable"

"El niño Jesús, recostado en paja, rodeado de María y del  sorprendido José, anuncian resistencia a que el mal posea la última palabra, y a la frivolidad de las navidades deslactosadas vividas en algunas otras latitudes"

Vivir la navidad en tiempos de guerra impone un desafío particular a la conciencia. Por una parte, la dinámica celebrativa distorsionada por la lógica de consumo, fácilmente nos conduce a vivir una atmósfera que nos enajena momentáneamente de la realidad. Por otro lado, el dolor y la soledad propias de un escenario marcado por terribles violencias, no es fácil de procesar. En la víspera de navidad, por ejemplo, la ciudad de Jersón, en Ucrania, sufrió una oleada de ataques de misiles rusos. Las fotografías de los cadáveres nos muestran que la “guerra”, de la que ya habla Putin desde hace unos días, no se detiene ni siquiera cuando hacemos memoria de que el niño Jesús nace en Belén.

Ucrania sufre no sólo por los misiles sino por la falta de calefacción en los hogares. La temperatura en Kiev se encuentra en menos 3 grados. Los alimentos son escasos. La energía eléctrica y el gas no se suministran de manera constante. El ambiente es de tristeza, desolación e indignación. La guerra en Ucrania, además, no es el único escenario bélico. Etiopía, Yemen, Siria, Congo, El Sahel, Sudán del Sur, Somalia y Myanmar, entre otros, continúan con sus ya largos conflictos, cargados de espirales de violencia.

Navidad en Ucrania

Es en momentos así en que uno se pregunta cómo es posible continuar celebrando la navidad. La oscuridad del escenario pareciera hacer chocante una fiesta familiar con abrazos y buenos deseos. Sin embargo, los hechos nos muestran algo diverso, como en pequeños destellos: la navidad, celebrada en tierras de guerra, emerge como signo de que las personas y las familias, advierten la importancia de poseer un espacio inexpugnable. Un espacio no sólo construido por nuestros frágiles afectos y emociones, sino por Otro que nos hace ser.

En efecto, al mirar con pavor la destrucción de personas y de ciudades, la navidad en tiempos de guerra, es como una grieta que redescubre cuánta es nuestra necesidad de reconocer que en medio de lo más frágil, de lo más pobre, de lo más herido, urge que acontezca algo más que retórica pacifista y acuerdos multilaterales – siempre débiles –. Lo que urge es un milagro. El milagro de la transformación del corazón que finca la paz duradera en las familias y en las naciones. La navidad, celebrada por ejemplo, en Ucrania, se torna camino para mostrar la estructura más honda del corazón humano y su relación con el “Mysterion” anunciado en navidad: Dios acontece en la intemperie máxima.

Ayer en Kiev, un coro ensayaba el famoso villancico ucraniano “” (el “villancico de las campanas”). Los jóvenes integrantes se toman de las manos y cantan para celebrar la navidad en un entorno destrozado, mostrando como lo hicieran los alemanes y los ingleses en la primera guerra mundial, al entonar en las trincheras “noche de paz”, que la navidad es inteligente. El niño Jesús, recostado en paja, rodeado de María y del  sorprendido José, anuncian resistencia a que el mal posea la última palabra, y a la frivolidad de las navidades deslactosadas vividas en algunas otras latitudes.

Navidad en Ucrania

G. K. Chesterton solía decir que la frivolidad es el intento de alegrarse, sin nada sobre lo que alegrarse. La navidad es potente reclamo de que nuestra frecuente frivolidad es un absurdo.

Esta Navidad, Religión Digital

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