Demagogos que culpan a los inmigrantes La añoranza de una redención social

(Lucio Nontol, TOR).- En medio de una situación política caótica, conflictiva, donde cada candidato intenta desacreditar a su oponente con un lenguaje impreciso, ambiguo y, sobre todo, interesados en vencer antes que en convencer se privilegia el golpe emocional al razonamiento.

En esta situación resulta necesarias virtudes como la lealtad, el honor y la pertenencia a un grupo o a una comunidad que "salve" al individuo de la desorientación y el caos. Así lo muestra J.D. Vance en su libro "Hillbilly Elegy. A Memoir of a Family and Culture in Crisis". (Hillbilly Elegy. La memoria de una familia y la crisis de la cultura) publicado el 28 de junio de este año.

El autor describe la cultura en la que creció y destaca como virtud principal la lealtad. Lealtad al grupo, a la familia, a la tradición. Una cultura dispuesta a luchar por defender su honor y el orgullo de pertenecer a una tradición. El autor dice, mis abuelos me enseñaron que "vivimos en el mejor país del mundo. Este hecho dio sentido a mi infancia".

Sin embargo, este "código" de honor ha sido diezmado últimamente. Los conservadores argumentan que ha sido diezmado por las élites culturales cosmopolitas que miran con desdén a los pueblos rurales. Sin embargo, el autor ahonda en la idea de que este "código de honor" ha sido diezmado por la cultura de la meritocracia moderna: se otorga premios a quienes trabajan académicamente y se "devalúa" a la gente que trabaja con sus manos, es decir, fuera de los ámbitos intelectuales.

Ahora hay una grieta dentro de la clase de trabajo que adquieren las personas, entre las personas en su mayoría mayores que son auto-disciplinados, respetables y los más jóvenes, que son más desordenados, menos trabajadores, más obsesionados por la celebridad, pero también más tolerantes y aparentemente más abiertos a la novedad.

El resultado de esta observación, a juicio del autor, produce tensión económica, desintegración de la comunidad, intolerancia étnica y una pérdida de estatus social y la autoestima. Sienten que viven en un mundo desestructurado. Cuando las personas sienten que su mundo está desapareciendo son presa fácil de los demagogos que culpan a los inmigrantes o al extranjero de todos los males que asechan a la sociedad.

La reflexión de J.D. Vance conduce a pensar que la sociedad echa de menos un salvador; una añoranza de vínculos sociales y una redención que aúne a todos los individuos, o una visión global donde el individuo se sienta incluido y pueda motivarse y orientarse. De hecho, en el documento Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles de los obispos de U.S.A., se reconoce que la única redención social proviene de Dios. Se podría argumentar, como J.D. Vance, que se ha destruido ciertas formas de vida, pero se conoce que la realidad evoluciona y no ayuda la instalación o la añoranza del pasado porque se sabe que "todo cambia, todo fluye".

Como creyentes nos toca asumir que la redención "tiene una dimensión social porque "Dios, en Cristo, no sólo rescata la persona individual, sino también las... relaciones sociales". Para creer que el Espíritu Santo está trabajando en todo el mundo significa darse cuenta de que busca penetrar cada situación humana y todos los vínculos sociales", (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 178).

Todo vínculo social o comunitario se deteriora, se corrompe o se diluye sin una referencia a la trascendencia, a la fe. Como creyentes nos toca aportar esta dimensión que nos hace desear, buscar y proteger el bien de lo demás en medio del caos y la desorientación.

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