Josep Miquel Bausset “No beber hasta la saciedad, sino con moderación”
(J. M. Bausset).- Así es como San Benito, en el capítulo 40 de la Regla Benedictina, exhorta a los monjes por lo que respecta al vino. Este texto, que regula la vida de los monasterios, aunque fue escrito hace XV siglos, tiene una gran actualidad debido a la sabiduría y a la humanidad que San Benito supo transmitir en aquel escrito.
Aunque el santo abad es consciente que "el vino no es nada propio de monjes", y como sabía "que en nuestro tiempo eso no lo pueden entender", Benito les pide que beban con moderación. Por eso, aunque al santo abad tenga "un cierto escrúpulo a establecer la medida del alimento de los hermanos", San Benito cree que "es suficiente para cada uno una hemina de vino al día", que sería un cuarto de litro generoso.
He pensado en este buen consejo que San Benito da a los monjes en el capítulo 40 de su Regla, porqué ahora que han terminado los sanfermines (pero no solo en estas fiestas), cada año se producen una serie de excesos provocados por la embriaguez, que provocan agresiones sexuales, como también además de peleas o accidentes de circulación, que en buena medida se producen a la ingesta abundante de vino.
Y es que la bebida descontrolada, el hecho de beber sin dominar el propio instinto, como pasa cada año en los sanfermines y en otras fiestas, así como en los perjudiciales botellones, nos lleva a la evasión, al descontrol, a la relajación y al vacío interior, además de favorecer toda clase de abusos y de agresiones contra los otros.
Si bien, como dice el libro del Eclesiástico, "el vino es vida para los hombres", inmediatamente el autor de este texto advierte que eso es así "si lo bebemos con medida" (Ecli 31:27). Y es que ya desde el Antiguo Testamento el vino es considerado como "el gozo de los hombres" (Ecli 31:27), ya que es "alegría del corazón y gozo del alma" (Ecli 31:28), siempre que sea "bebido cuando conviene y con medida" (Ecli 31:28). En caso contrario "el vino bebido en exceso" es "amargura del alma" (Ecli 31:29), ya que "la embriaguez enfurece al insensato hasta que le hace caer" (Ecli 31:30). También San Pablo pide que los diáconos no beban mucho vino (1Tm 3:8) y que los obispos sean sobrios y no dados al vino (1Tm 3:2-3). Y todavía aun, el Apóstol Pablo recomienda a los efesios que no se embriaguen de vino (Ef 5:18).
Como he dicho antes, aunque la Regla Benedictina tiene 1500 años, la sabiduría y la humanidad que encontramos en ella, hace que este texto sea muy actual. La moderación y el sentido común que llenan esta Regla que San Benito escribió, hacen de los monasterios unos espacios plenamente humanos.

Y es que las cosas hechas con medida y con equilibrio traen siempre el bien a las personas. Por eso cuando alguien se excede en el consumo de las bebidas alcohólicas, se dan toda clase de excesos y de abusos, como pasa cada año en los sanfermines o en otras fiestas populares. De aquí que por lo que se refiere al vino, San Benito antepone la moderación a la satisfacción, en vistas a que los monjes vivamos con sobriedad, con austeridad y con frugalidad, sin ser esclavos de la bebida.
Si San Benito supo inculcar a los monjes esta discreción y esta moderación en la bebida, (y también en la comida, en el capítulo 39 de la Regla), es porqué quería que los monasterios fuesen espacios saludables, equilibrados y plenamente humanos. Por eso el consejo que da San Benito sobre el vino es de una gran madurez, ya que querer que los monjes aprendan a usar la bebida, no a abusar de ella.
Aun recuerdo una campaña del gobierno de España a propósito de beber con moderación para evitar accidentes de tráfico, y la salida de tono de un expresidente que pedía, de una manera altiva y que rallaba la insolencia y la mala educación, que no le dijesen él cuantas copas había de beber. Seguramente que si este expresidente, uno de los tres de las Azores, hubiese leído la Regla de San Benito, habría podido comprender que los consejos siempre se han de recibir agradecimiento y no con la soberbia como reaccionó aquel personaje.
Como nos recordaba el P. abad Josep Mª Soler comentando este capítulo 40 de la Regla, "ante el dilema de ser fiel a la praxis más antigua de no beber vino o de adaptarse a la costumbre de beber vino que se iba extendiendo en los ámbitos monásticos de su tiempo", San Benito, un hombre equilibrado y comprensivo, optó "por un criterio amplio dentro de la moderación necesaria". Esta moderación es la que habría de regular el uso de la bebida, para evitar males mayores como los que pasan en los sanfermines y en otras fiestas donde el alcohol se consume de manera descontrolada.
