Encuentro con Francisco en Medellín El hombre de blanco

(Aureliano García, Hermano Marista, Medellín).- Cae la tarde sobre un Medellín lluvioso, como caen los viejos esquemas, ritos y oropeles de antaño cuando el hombre de blanco camina hacia el micrófono con paso firme. Su palabra es serena y directa.

Apenas han pasado dos minutos y el hombre de blanco comienza a llover palabras que hablan de un Dios nuevo que nos "primerea", que elije "callejear" la vida y seguir hambreando humanidad en medio de tantos seres humanos descartados. El núcleo de lo humano está en su vulnerabilidad y Dios, este Dios nuevo y distinto, quiso hacerse vulnerable con los vulnerables.

El hombre de blanco habla desde la lógica de la encarnación y despliega, sin concesiones hacia los guardianes de negro, su modelo de Iglesia: una casa común donde todos caben y nadie es excluido, una tienda de campaña donde se curan las heridas y donde se cuida especialmente a los más pequeños. La voz de Francisco llueve con más fuerza cuando desenmascara a los que entraron en esta casa para ser servidos y buscar honores.

Su palabra suena casi como el trueno, como el quejido eterno del "poverello de Asís" que surca los siglos de la historia: "El diablo entra siempre por el bolsillo; no se puede servir a Dios y al dinero". Su voz es lluvia fuerte, trueno y quejido eterno cuando denuncia a los sicarios de la droga que segaron las esperanzas de los más jóvenes.

Es una mezcla de realismo y esperanza, de teología y de sentido del humor, de lo divino y de lo humano. Es una invitación a estar siempre en camino, a huir de los administradores de desgracias y a contemplar la realidad con la mirada del buen samaritano. Su palabra es un brindis por el ser humano y una llamada de atención que no admite dobles interpretaciones: "No viváis de añoranzas ni encorsetéis el misterio... ¡dejad ya de contestar a preguntas que nadie se hace! Vivid con alegría. Sed hombres y mujeres reconciliados para poder reconciliar. No seáis consagrados con cara de estampita".

Cae la tarde sobre Medellín. Y llueve. Y me gusta la lluvia del hombre de blanco que empapa esta tierra colombiana sedienta de un nuevo amanecer. Es una lluvia cálida que cala adentro.

Y contrasta. ¡Siempre contrasta el blanco sobre negro!

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