(Jairo del Agua).- Es una afición piadosa que uno tiene desde hace mucho tiempo: Bendecir. Ya sé que esa función la creen muchos reservada a los curas. Pero no es verdad. Bendecir es función que debemos practicar todos los cristianos por activa y por pasiva.
Hace unos días un sacerdote misionero claretiano me pedía humildemente mi bendición antes de volver a su destino americano. Y qué feliz me sentí de posar suavemente, dulcemente, cariñosamente, mis manos sobre su desértica cabeza y pronunciar mi bendición con los ojos cerrados y el corazón abierto.
Hoy quiero extender esa bendición a todos los curas que quieran ser bendecidos por un laico pecador, por un católico rebelde, empeñado en hacer progresar a sus hermanos y motivarles a dejar las distintas rutinas y miedos que nos paralizan. Los caminos son para caminarlos y yo me siento feliz de ser discípulo ínfimo y rezagado del Camino, la Verdad y la Vida.
Para leer el artículo completo, pincha aquí: