(Miguel Ángel Malavia).- Sentado en un taburete de plástico negro, Su Santidad León XIV espera a que se abra la ventana por la que, a través de la Plaza de San Pedro, dará su mensaje a la humanidad. Como cada día de Angelus. Auque esta vez con un mensaje nuevo. Y revolucionario. Sabe que sus palabras abrirán las portadas de todos los periódicos con una fuerza inusitada. Está nervioso. Le sudan las manos. Hasta que se abre la ventana. Respira hondo, avanza tres pasos y abre los ojos. Recoge el estruendo de la masa, congregada a sus pies, alzando sus largos brazos a modo de saludo. Treinta segundos después, con el silencio al fin reinante, se acerca al micrófono. Comprueba que el aparato está encendido. Aspira y recoge la primera sílaba, presta a salir disparada de sus labios.
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