El GPS de Dios



Hoy reina en muchas personas la confusión y el miedo. Hay unos que materialmente buscan un camino para sobrevivir: los inmigrantes, refugiados, hambrientos. Otros, desde la soledad de un mundo hipercomunicado sienten la desorientación de la multiplicidad de mensajes y objetivos: el poder, el placer, el éxito, el dinero. Los medios y las redes sociales muestran caminos tentadores que, las más de las veces, acaban creando mayor frustración y vacío interior, si no son puras mentiras.
En los viajes por las carreteras y calles de nuestras ciudades es actualmente más fácil no perderse gracias al navegador por satélite, el GPS. ¿Por qué Dios no nos ha facilitado un GPS para encontrar el camino que nos realice, nos conduzca a la felicidad y llenumbre interior?
Si leyéramos con atención el Evangelio, lo encontraríamos:
“Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino”. Tomás le dice: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?” Jesús le responde: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto” (Jn 14, 1-12).
¿Hay mejor GPS para el hombre que Jesús mismo, regalo del Padre?
Pero alguien dirá: “Eso de seguir a Jesús es muy complicado. No tengo fuerzas”. Quizás porque no has aprendido cómo se usa esta “aplicación”, este navegador divino. Solo tienes que pulsar una tecla: aparcar el ego y dejarte llevar por la gracia. Ni tu voluntad, ni tu esfuerzo, ni programa alguno te conducirá. Su gracia basta, ábrete y ella gestionará tus rutas.
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