Pragmatismo y egoismo

PABLO MARTÍNEZ VILA

UEn cierta ocasión, estando en Galicia, una periodista se me acercó al final de una conferencia para una breve entrevista. « ¿El cristianismo funciona?», me preguntó con sinceridad. Debió de observar un gesto de sorpresa en mí, porque me repitió la misma pregunta hasta dos veces más con otras palabras: « ¿de qué sirve?, ¿qué resultados podéis dar a la sociedad?».


Lo cierto es que nunca antes me habían planteado la validez del cristianismo en estos términos. Mis esquemas de apologética se movían por unas coordenadas diferentes, más teóricas. Han pasado ya casi 15 años desde aquella conversación, pero las preguntas de aquella joven periodista no se me han borrado nunca más. Fue mi primer contacto «en directo» con una ideología -el pragmatismo- que ha llegado a convertirse en uno de los ídolos de la sociedad actual.

La mentalidad pragmática, resumida de manera formidable en sus tres preguntas, se acerca a la realidad con una preocupación central: ¿funciona o no funciona?, ¿para qué sirve? No se pregunta: «¿es bueno o malo?», « ¿verdad o mentira?», « ¿moral o inmoral?». De esta forma, lo ético queda supeditado a lo útil, los principios a los resultados. E1 rasero para evaluar una situación, ideología o persona es que «funcione». Este es uno de los dioses seculares de hoy. Sus manifestaciones afectan a muchas áreas de la vida diaria; deja ver su rostro en muchos programas de televisión, en las conversaciones, de la calle, en la prensa, incluso en la iglesia. Debemos descubrir los elementos más peligrosos del pragmatismo, peligrosos no sólo para la fe del creyente, sino incluso para la convivencia social.

Sólo así podremos responder adecuadamente.

Puede leer aquí el artículo completo de este psiquiatra de fe protestante titulado Pragmatismo y egoismo
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