¿Felices Fiestas?

Seguimos manteniendo la costumbre de felicitarnos las fiestas unos a otros, a modo de estribillo en las conversaciones de estos días. Puede ser un uso que va a menos, pero sigue teniendo su fuerza social navideña: felicidades, feliz Navidad, que pases buenas fiestas, feliz año…
¿Qué estamos transmitiendo cuando nos mandamos estos mensajes verbales y en postales navideñas de papel o internet?

No hay duda que hay ganas de regalar al menos una sonrisa junto a la frase navideña cargada de buenas intenciones. La pregunta que muchos se hacen es qué sentido que tiene repartir buenos deseos navideños en estas fechas mientras que, en el resto del año, andamos a la greña entre los felicitados; o procuramos que la Navidad y lo que representa se manifieste todo el año, o es hora de dejar las frases que pueden sonar más a farsa que a otra cosa. Así lo sienten muchas personas ¿Estamos pues ante otro uso social, incuestionable como tantos otros hasta que la inconsecuencia resuena más fuerte que las frases bonitas?

No falta base para la queja, aunque hay que decir bien alto que no son pocos los que desean y trabajan por una Navidad “diferente”; es decir, auténtica, solidaria, humanizada, esperanzada, de ternura con el desvalido y de comprensión con el débil. Personas que se esfuerzan desde sus limitaciones humanas para que las felicitaciones generalizadas de estas fechas, sean expresión de una actitud personal de todo el año, que ahora la desbordan en actitudes solidarias.

No todo lo que rodea a estas fiestas es una farsa consumista, ni un uso social vacío más allá del cambio de solsticio y sin más fondo que el divertimento y derroche con barniz religioso que solo produce contradicción y escándalo. Esta es una parte de la realidad. Pero hay otra parte de la Navidad no menos visible a nada que agudicemos un poco la vista: familias que se sienten unidas, personas cargadas de buenos deseos, hechos solidarios con los más necesitados, gentes que nos ponen la mejor sonrisa del corazón especialmente en estas fechas, ¡y no solo en estas fechas! Jesucristo nació pobre porque su reino es de alegría, solidaridad y amor, ajeno al consumismo insolidario.

Fiestas estas que llevan su carga de tristeza, con seres muy queridos ausentes, soledades agudizadas por las luces de colores y el tono mortecino del invierno, por una mala economía que impide sumarse a “la fiesta”… Deberíamos sentirnos agradecidos por lo que nos sobra y girar la mirada hacia los que más sufren, a los pobres que están bien cerca de nosotros: pobres de salud, de ánimo, de soledad, de amor, de alegría, de esperanza, de incomprensión, de trabajo, de ilusiones; todos aquellos que padecen más intensamente sus penas: “Cuanto más esperemos el bien y más lo afirmemos como una ley que gobierna nuestras vidas, tanto más se manifestará en nuestra existencia”. Al escribir esto, Pierre Pradervand ciertamente que no lo hacía pensando en los simples o pusilánimes.

Nuestra actitud, para bien y para mal, es una poderosa herramienta. Actuar es la única manera de que el deseo de un año mejor deje de ser un tópico y pueda calar en lo más hondo de quienes lo reciben, sean ateos o creyentes.
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