Recordatorio anual

El libo del Génesis es el de los comienzos, el libro que habla del comienzo de todo tomando prestados temas de la mitología mesopotámica y adaptados al pueblo israelita creyente en un solo Dios. La llegada de un nuevo año no deja de ser también una génesis por mor de los calendarios: el final de un tiempo concreto que da comienzo a otro tiempo nuevo que llamamos 2020, lleno de incertidumbres y esperanzas.

Pensando sobre lo que supone otro año más de vida; yo lo siento de manera coral desde mi óptica cristiana, más allá de los doce meses que finalizan y el nuevo año que llama a la puerta. Dios ha creado todo el universo, poniendo buen cuidado en no finalizar la creación para ceder una buena parte de la misma en manos del ser humano, como un colaborador necesario al que podemos llamarle co-creador a partir de los mimbres dejados por el Padre Dios. El resultado obtenido siglo tras siglo, año tras año, supone esfuerzo, evolución, ejercitarse en el método de prueba y error así como lo más importante de todo: una necesaria colaboración entre seres humanos sin la cual nada que tenga fundamento es posible. 

Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios con el atributo principal de ser capaces de amar. Además, tenemos la capacidad de elegir libremente lo esencial de nuestra vida y nos han inoculado el “cromosoma” del anhelo de una felicidad plena. Pero nuestro mejor desarrollo debe realizarse en comunidad, nos guste o no. Un ejemplo relevante de esto es la llamada Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el sentido de ser la culminación de siglos de avances que para un cristiano son el resultado de un plan mayor de Dios. A pesar de aprobarse en 1948, todavía es un punto de partida que busca la extensión generalizada de los principales derechos humanos en base a la dignidad de la persona o colectivo humano.

Ahora es un hecho trabajar en red en cualquier área del conocimiento, conviviendo con los egos y miserias humanas que dificultan el desarrollo de la humanidad. Los avances de unos se sustentan en los descubrimientos de sus predecesores.  El desarrollo de la genética, el descubrimiento estructura del ADN, la teoría de la relatividad, la energía nuclear, el desarrollo del transporte, los descubrimientos astrofísicos del cosmos, los enormes avances médicos, las redes sociales... todo es fruto de la colaboración y esfuerzo de muchas generaciones.

Durante todas las etapas de su vida estamos en un proceso constante de aprendizaje y evolución, a partir de las experiencias propias o ajenas. Que el ser humano es un ser social por naturaleza lo formuló Aristóteles (384-322, a. de C.) para constatar que todos nacemos con la característica social de necesitar  de los otros para sobrevivir y mejorar. Todos poseemos, por tanto, una doble dimensión –individual y social- para nuestro desarrollo pleno.  

Cuando trabajamos en equipo conseguimos un resultado completamente diferente. El efecto que tiene la comunidad en el logro, es exponencial al generarse unimpacto global. Cuando hay resultados positivos, cada uno vibra con el trabajo que ha hecho, pero mucho más con todo lo que ha recibido: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”, dijo Newton. Lo cierto es que no solemos pararnos a pensar en todo lo que se consigue. Cuanto mayor es la implicación por motivación, mayor es el beneficio individual: confianza, pertenencia, reconocimiento, legado...

El cambio de año es tan señalado en tantas culturas que muchos lo ven como una oportunidad para el cambio; otros en cambio, como una fecha triste al subrayar que la vida se va poco a poco (la nuestra y la de los seres queridos). Yo prefiero valorar la existencia como un regalo lleno de oportunidades y posibilidades, pues no desdeño que nuestra intervención pueden tener influencia directa en muchos resultados, sobre todo cuando nos apoyamos los unos en los otros. Si la creación es fruto del amor de Dios, nuestra vida también lo es. Nada hay cerrado y definitivo hasta la muerte. Somos parte de un Plan mayor y nuestras capacidades envueltas en la confianza en Dios serán capaces de transformar lo que hoy parece inamovible. No hay más que leer algunas buenas biografías de cualquier tiempo y lugar para constatarlo. Hagamos pues de nuestra fe una palanca transformadora de nuestro día a día contando con los demás y puesta nuestra confianza en Dios si queremos lograr resultados relevantes.

¡Feliz nuevo año, de todo corazón!

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