Las pequeñas cosas

Las grandes cosas no anuncian nada, son las pequeñas las que anuncian las grandes. Lo he leído en un libro de Federico Delclaux, y me parece una divisa para mirar y escuchar con atención la vida. El reverso de disfrutar de las pequeñas cosas, porque tal vez un día volvamos la vista atrás, y nos demos cuenta de que eran cosas grandes (Robert Brault).

Si preguntamos a la gente corriente, nos dirán que una de las cosas más valoradas es poder disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Tan simple y tan profundo a la vez. Pequeñas cosas, pero cosas con importancia. La comunidad científica está de acuerdo en que, si las abejas se extinguieran, la vida en la tierra tan sólo podría aguantar unos cuatro años. Es impresionante este dato. Y lo dice gente experta que nos debería llevarnos a la reflexión; pero como es una noticia que no incide en nuestro día a día, la consideramos como una “noticia pequeña”.

Sin embargo, la ausencia de abejas acarrearía el final de los productos de la miel y derivados, que no es lo más importante: lo que más preocupa es que al no polinizar las flores, los cereales, etc., no podríamos producir muchos alimentos para el consumo alimenticio. Y al no regenerarse la flora, otros animales que dependen de ella también irían desapareciendo por falta de alimento o por desaparición de hábitats. Otra consecuencia es que habría menos plantas, más falta de dióxido de carbono, entre otros desajustes graves para el ecosistema que tendría el fin de la abejas como especie. Pero como es algo “pequeño” en el día a día no cala política ni socialmente la generalización de pesticidas, el cambio climático, y los abusos del ser humano en la Tierra amenazando seriamente la existencia de este animalito que lo asociamos superficialmente con sus picaduras y el consumo de la miel.

Hemos desvalorizado la importancia de las pequeñas cosas anhelando las grandes sensaciones y las seguridades permanentes. Buscamos la felicidad donde no vamos a encontrarla e insistimos en perseguir siempre el más y mejor cuando lo bueno puede estar en disfrutar de lo que tenemos, de lo que somos, de lo que vemos y vivimos. ¿Cuáles son los momentos que recordamos más íntimamente? Seguramente priman un recuerdo fugaz, una actitud de acogida en un momento de fragilidad personal, una imagen que estaba cargada de sentimientos, un aroma o una melodía musical que ha quedado como el signo de una intensa vivencia con otra persona.

Andamos siempre de prisa y son muchas las cosas maravillosas que pasan desapercibidas. Una forma de no pasar de puntillas por la vida es poniendo más atención en el presente, en las cosas sencillas: el colorido maravilloso de las plantas, el silencio en las noches estrelladas para gozar de muchos momentos serenos de contemplación silenciosa, el aroma del café, el canto de los pájaros o el rumor del mar, sabiendo que, como la existencia de las abejas, todo tiene un sentido interconectado en la naturaleza que funciona como un caos ordenado y lleno de belleza y sensibilidad. Estamos creados para desarrollar las potencialidades de la Tierra pero también para disfrutar de sus ciclos y momentos de la naturaleza con pasión, creatividad y gozo estético. Todo ello son huellas del Creador que nos muestra su amor en tantas pequeñas cosas grandes… ¡gratis!
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