Los "otros" salmos

Los salmos son una recopilación realizada como instrumento de oración para que el pueblo no se olvide de las grandes experiencias y los portentos de Dios y refuerce su fe en los momentos de júbilo y de tribulación. Y cuando se quiso expresar su recitación en forma de canto, optaron por el sonido de un instrumento que los griegos llamaban salterio; así comenzaron a llamarse Salmos y el Salterio a su conjunto. Ignacio Larrañaga escribe que los salmos se escribieron “en la infancia de la oración, época muy imperfecta, demasiado humana” en lo que se refiere a la justicia, marcada entonces por la ley del Talión.

En cuanto a su contenido, estamos ante unas manifestaciones que nacen de las preocupaciones, desalientos, esperanzas, momento de júbilo y de alabanza mostrando un conjunto que entrelaza la vida y la oración para vivificar a quienes rezan los salmos.

Pero lo importante es la actitud del creyente en todo tiempo y lugar. Es necesario experimentar la impotencia humana para luego participar en la omnipresencia divina. Indigencia humana y amor gratuito. Y los salmos ayudan a mimetizarse con los diferentes sentimientos del salmista -o salmistas- en su relación con Dios. En mi experiencia, estamos ante el gran libro de la oración de la confianza que acaba mostrando la presencia salvadora de Dios en nuestras vidas a base de perseverancia.

Además, sabemos que Jesús y sus padres rezaban los salmos todos los días como cualquier familia judía. Pero, ¿qué decir de aquellos salmos que piden venganza y chocan con el mensaje de amor al prójimo de Jesús? No es un salmo, ni dos, sino que recorren todo el Salterio mientras que Cristo oró por sus enemigos y nos enseñó lo mismo a nosotros. La respuesta es que la revelación es progresiva, en la línea del mensaje de Larrañaga que anticipábamos hace unas líneas. Lo nuevo no niega lo viejo, sino que lo explica (“analogía de la fe”). Toda la Biblia hay que leerla a la luz de Cristo resucitado y su mensaje evangélico.

La pregunta clave se la hizo Dietrich Bonhoeffer: ¿Podemos rezar como cristianos con el contenido de estos salmos vindicativos y antievangélicos? Solamente a la luz de las enseñanzas de Cristo crucificado. Los enemigos de los que se habla en los salmos son los que crucificaron a  Jesús, el pecado en el mundo, los enemigos de la causa de Dios. El orante deja la venganza únicamente en manos de Dios y debe abandonar toda idea de desquite personal aunque clame justicia (con la noción de justicia de entonces). Algo similar dice Pablo en Rom 12,19: no os venguéis vosotros, dejad las afrentas recibidas en manos de Dios.

Lo esencial es que la justicia de Dios no es como la humana.

No cabe la sed de venganza sino el desahogo dolorido que deja en manos de Dios los sufrimientos que nos causan los demás, con confianza plena.  Su justicia tiene que realizarse porque Dios es fiel a su palabra, y debe cumplirse en todos pero a su manera, a la manera de Dios, no según nuestros impulsos y deseos humanos, pero a partir de esta oración en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Aquellos que escribieron los salmos y que el rey David les confirió al recitarlos el carácter de oraciones inmortales cantadas, no sabían lo que nosotros sabemos a partir de la venida del Mesías. Puedo rezar el salmo de la venganza desde la certeza de su cumplimiento según la justicia divina expresada en los evangelios en forma de Buena Noticia, también para los pecadores. Porque no sabemos discernir la hondura de que Dios sea infinitamente justo e infinitamente misericordioso.

Al final, la balanza de la Buena Noticia parece que se escora hacia la misericordia. Como dijo Cervantes, si la vara de la justicia se quiebra, que lo haga por la parte de la magnanimidad; silo dijo alguien que no era precisamente un ángel custodio, la pregunta que procede es qué nos dice Jesús a cada uno con el Salterio en las manos.  

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