Consuelen, consuelen a mi pueblo

El Papa Benedicto XVI, en su Mensaje para la XLV Jornada mundial de la paz, el 1 de enero de 2012, describe unas tribulaciones globales: “Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día”. En particular, anota “las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo: el deseo de recibir una formación que les prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario”.
A esto hay que agregar los problemas personales, la falta de trabajo y de dinero, no ver claro el futuro, las enfermedades, la desintegración familiar, la soledad existencial, la falta de sentido de la vida y de esperanza.
JUZGAR
El profeta Isaías nos da este mensaje: “Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios... Alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres: Aquí está su Dios” (Is 40,1.9).
Al respecto, dice el Salmo 42: “¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío”.
Este aliento y consuelo se concretizan en Jesús, quien nos anima: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio” (Mt 11,28).
Hoy Jesús actúa y consuela por medio de su Iglesia, como dijimos en Aparecida: “No se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que éste ilumine, infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la existencia” (DA 333). ”Sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no sólo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor” (DA 64).
ACTUAR
No nos quedemos en lamentos y en descalificaciones de unos contra otros. Hay que proponer soluciones viables y apoyar a quienes tengan iniciativas solidarias. Visita a un enfermo y consuélale; si puedes, llévale algún recurso o un alimento. Comparte ropa o comida con un migrante, con un desempleado, con un anciano abandonado. Date tiempo para escuchar a tu cónyuge y a tus hijos, a tus padres y amigos. Preocúpate por los presos, sin condenarlos por su condición moral. Ofrece comprensión a un alcohólico y a un drogadicto; necesitan amor.
Si eres diputado o senador, analiza lo que decides y piensa siempre en el bien del pueblo, no sólo en los intereses personales y de tu partido. Si eres empresario, sé justo con tus trabajadores y comparte tus ganancias con generosidad. Si puedes incidir en la economía internacional, propón cambios estructurales de justicia y solidaridad. Si tu trabajo es impartir justicia, procede con verdad y sin corrupción. Si eres gobernante, abre tu corazón a los pobres y excluidos, sin abusar del poder y sin arrogancia.
Si te dedicas al narcotráfico, al secuestro, a la extorsión, al lavado de dinero, a la explotación sexual de menores y de mujeres, arrepiéntete de todo corazón y cambia de vida.
Te invito a acercarte a Jesús; pasarás tus años haciendo el bien a todos.
+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas