Herta Müller

La concesión del premio Nobel de literatura a esta mujer rumana de origen, que escribe en perfecto alemán, lleva consigo la pesada carga de haber sido exiliada por pensar y decirlo, en contra de la dictadura de Ceaucescu. Sus obras reflejan la vida cotidiana que se establece bajo los regímenes totalitarios.

En una refrescante entrevista asoma su mundo interior que no puede ser otro que el de su pueblo. De allí entresacamos algunas de sus cuitas que pueden servirnos para vernos en un espejo no deseado. La literatura es, -dice-, un espejo de la cotidianidad y por ende de la política. Sólo se puede escribir literatura a partir de lo vivido, de la experiencia. En las dictaduras todo está muy desnudo, uno ve todo lo que no debe ver o aquello que en otras sociedad no está a la vista con tanta nitidez. Sobre todo en negativo: apenas has escrito algo y ya viene la policía secreta. Es el miedo de los aparatos represivos frente a la literatura, frente a la urgen con que se leen los libros. Y es que, bajo las dictaduras, las fronteras de las personas son trazadas intencionalmente y vigiladas por los aparatos represivos. Tienen una finalidad. Esta consiste en prohibir la libertad, impedir que surja la idea de libertad.

La función de esas fronteras es dañar a las personas destruirlas psíquicamente, hacerlas dependientes del miedo, domarlas… Pero las dictaduras euroorientales colapsaron, implosionaron, no explotaron. Creo que en parte reventaron a causa de su delirio perfeccionista, el delirio de afinar tanto la represión que había un sector creciente de la sociedad que no era productivo, que sólo se dedicaba a la vigilancia, que generaba persecución y temor. La única labor productiva que merecía la pena era la fabricación del miedo. Al fin y al cabo, los soviéticos no disolvieron su imperio por altruismo o bondad, sino porque sencillamente ya no había modo de solventarlo.

Bajo las dictaduras de Europa oriental la pobreza era un instrumento al servicio de la opresión, como la policía secreta, el ejército o el partido. La utopía es propensa a los totalitarismos. Bien vale la pena acercarnos a sus obras “la piel del zorro” o “la bestia del corazón”, para ver en aquellas lejanas tierras, polvos que emigran hasta nuestros predios.

Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo
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